NUEVO TRABAJO DEL GUIONISTA DE 'EL ARTE DE VOLAR', premio nacional de cómic 2010

El arte de matar

Antonio Altarriba estudia la naturaleza del mal en el cómic 'Yo, asesino'

Viñeta donde el protagonista de 'Yo, asesino' empaqueta a su víctima descuartizada. Al lado, retratos de Altarriba y Keko (abajo), por el propio Keko.

Viñeta donde el protagonista de 'Yo, asesino' empaqueta a su víctima descuartizada. Al lado, retratos de Altarriba y Keko (abajo), por el propio Keko.

ANNA ABELLA / BARCELONA

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La primera página de Yo, asesino (Norma) ya avisa de lo que el lector hallará en el libro. «Matar no es un crimen. Matar es un arte», reflexiona el protagonista mientras saca un cuchillo y degüella anónima e impunemente a un transeunte cualquiera en pleno centro de Madrid sin que ni el desgraciado ni el resto de viandantes entiendan lo que ha ocurrido. Antonio Altarriba (Zaragoza, 1952), Premio Nacional de Cómic con El arte de volar, regresa junto al dibujante Keko (Madrid, 1963) con esta magistral y atroz novela gráfica con pátina de thriller, en la que ahonda en la naturaleza del mal, la convivencia en el País Vasco tras ETA, las altas dosis de crueldad y muerte, y adoctrinamiento, del arte religioso o la madurez femenina, a la vez que lanza una crítica mordaz al mundo académico y al del arte contemporáneo, cuestionando performances reales como estar 10 horas comiéndose un Corán.

Temas que a Altarriba, catedrático de Literatura en el País Vasco además de guionista de cómic y escritor, le darían para más de una tesis. También al protagonista de Yo, asesino, profesor de Historia del arte en la misma universidad, con 34 asesinatos gratuitos en su haber, y que comparte más de un elemento autobiográfico con el autor -como la visión del coche bomba ardiendo en el campus de Vitoria que mató a Fernando Buesa, a quien conocía, y a su escolta-. Por ello, al leer el guion, Keko no dudó en dotar al personaje con los rasgos de Altarriba, quien confiesa por teléfono que ya ha le han hecho más de una broma diciéndole que se deje el bisturí de matar en casa.

El cómic, que llega el próximo viernes a las librerías tras publicarse en Francia en septiembre, en Denoël (sello de Gallimard), surge de las reflexiones de Altarriba tras ver «la fascinación por el asesino en serie en novelas, películas y series televisivas, donde un trauma infantil o un trastorno mental justifican su maldad». «Yo quería que reflexionáramos sobre hasta qué punto matar nos es algo ajeno, de locos y dictadores, o si llevamos dentro la pulsión asesina. En Mentes criminales o Dexter el asesino en serie es perverso, sádico y frío pero yo me he mirado en el espejo. 'Todos somos asesinos', dice el protagonista, pero leyendo el libro nadie parece sentirse aludido. Eça de Queirós lo plantea en un relato. Parte de que crees que nunca matarías a alguien a quien quieres, a alguien cercano, pero cada vez te sitúa la víctima potencial más lejos de tu afectividad y más fácil de asesinar hasta que te dice: imagínate que tienes una campanilla y si la tocas, en el otro extremo del mundo un mandarín tiránico, rico y viejo morirá y tú heredarás su fortuna y no te pasará nada. ¿Cuántos tocarían la campanilla? Te pone el espejo delante».

«El asesinato está en nuestras vidas, seguimos asesinando -señala-. Los occidentales con una guerra maquillada, con drones e imágenes de videojuego. Los islamistas, con primeros planos de decapitaciones, exhibiéndose. Y con la crisis, no solo con los desahuciados que se suicidan sino con asesinatos profesionales, cuando te dicen que te reinventes, anulando tu vocación y tus deseos, según las necesidades del mercado».

Para crear esa «atmósfera dura, de terror», Altarriba vio claro que necesitaba a Keko (La protectora), maestro del tenebrismo y el blanco y negro, quien aquí añade estratégica y simbólicamente el rojo a la sangre o las manzanas. Una frase sobre la tinta china -«esa negrura de la que sale una luz»- resume, según el dibujante, «el espíritu del cómic y reivindica este estilo gráfico. El protagonista extrae de su mundo oscuro la luz que le sirve para vivir. Es un artista que ejerce su oficio con libertad absoluta y sin cortapisas morales, a la manera del marqués de Sade o Tomás de Quincey y su El asesinato considerado como una de las bellas artes».

AMENAZA ETARRA / A la vez que se reafirma en sus principios estéticos y criminales, el mundo del asesino se derrumba: tiene problemas con su mujer y su amante y es víctima de las conspiraciones universitarias. «Es un espacio donde se apuñala y te destrozan la carrera con la máxima corrección», apunta Altarriba, que retrata «el ambiente de división entre aberzales y los contrarios a ellos» en la universidad vasca, donde ha trabajado más de 30 años. «Hemos usado eufemismos para llamar a los asesinados consecuencias inevitables del conflicto vasco. Compañeros de departamento, como Jon Juaristi, tuvieron que irse y el resto soportamos la presión y la persecución. La pelea sigue viva y debemos escribir un relato veraz de los hechos, que vivimos 40 años de amenazas y asesinatos, porque los de Bildu van ganando la batalla de lo ocurrido»

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