La música se hace virtual

El cierre de la histórica tienda Castelló es un símbolo del declive del sector discográfico y de la desmaterialización de los contenidos culturales

Evolución de las ventas de música en soporte físico y digital en España.

Evolución de las ventas de música en soporte físico y digital en España. / CRISTINA CLAVEROL

JORDI BIANCIOTTO / BARCELONA

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El mantra ha cambiado: ya no se culpa a la fatídica piratería del cierre de tiendas de discos, como sucedió durante una larga década, porque las turbulencias tienen que ver con un fenómeno de un calado muy superior, de fondo, asociado a los hábitos del consumo en todos los campos, también el de la música. El tránsito del objeto físico al entorno digital trae consigo si no la desaparición, cuando menos, el severo empequeñecimiento de sectores comerciales años atrás poderosos, como ilustra el cierre, anunciado esta semana, de Discos Castelló.

El ocaso de esta tienda con 88 años de historia, buque insignia del sector en Barcelona, que plantó cara a las cadenas internacionales y convirtió la calle Tallers en eje del comercio discográfico, es un símbolo de esa decadencia de un modo de entender la música enraizado en el siglo XX y asociado a los sucesivos formatos: discos de piedra, ‘singles’, ‘epés’, álbumes de vinilo, compactos. El objeto físico parece extinguirse, o casi, pero no la música, ni tampoco la industria musical, que tras un largo ciclo de decadencia y confusión comienza a registrar sus primeros resultados positivos a través de la gestión de contenidos en la Red.

Sentenciada Castelló, que bajará la persiana a final de mes, lastrada por los cambios en el consumo (agravados por un IVA que en el 2012 pasó del 18% al 21%), quedan en Barcelona, esencialmente, tres tipos de puntos de venta: las menguantes parcelas discográficas de las grandes superficies, ciertos comercios modestos de nueva planta vinculados a la música independiente y algunas tiendas resistentes con historia, con Revólver (tienda que en 1990 se instaló en Tallers por el ‘efecto locomotora’ de Castelló) y Disco 100 como estandartes.

EL FONDO DEL MERCADO

Estas últimas se rebelan ante la idea de que el disco se hunda. “Si cuidas la clientela, te especializas, vas renovando los fondos y gestionas bien la tienda sigue habiendo un mercado”, asegura Jesús Moreno, propietario de Revólver, tienda que cuenta con 15 empleados y cuyas cifras “no han bajado desde hace años”. Reconoce que “apenas hay clientes de menos de 30 años”, pero confía en que el punto de flotación se mantenga “mientras aguanten los de 30 y 40 para arriba”. Un pronóstico muy significativo.

La iniciativa del Record Store Day, día internacional de la tienda de discos, que este año se celebrará el 16 de abril, constituye un microfenómeno: en Revólver aseguran que en esa jornada pueden despachar mil discos y recaudar 25.000 euros. Hay que hablar del repunte del vinilo, convertido en objeto de prestigio, sobre todo en materia de discos clásicos e icónicos. Un formato que “ha vuelto para quedarse”, incide Jesús Mayor, de Disco 100. Pero estamos hablando de un territorio de melómanos apartado de la gran corriente principal.

REPUNTE DE LA INDUSTRIA

Ahí todo apunta al ‘streaming’, la escucha de música en línea, sin necesidad de bajar archivos y adaptable al móvil, que suple al ordenador como gran receptor de contenidos. Ese es el principal actor del cambio de tendencia de una industria que, tras tocar techo en el 2001 (603 millones de euros recaudados), cayó año tras año tras alcanzar su punto más bajo en el 2013 (120 millones). En el 2014 registró, por primera vez, un aumento (150 millones), tendencia que se ha repetido en el 2015 (160), según datos de Promusicae. Esos incrementos se deben enteramente al alza de la parcela digital: 63 y 79 millones.

El pago de una cuota mensual combinado con la publicidad ha hecho posible la remontada de ingresos de las compañías que, por ahora, seguimos llamando discográficas. Que a plataformas como Spotify, Deezer, Google Play Music o Tidal se hayan sumado en los últimos meses los servicios de Apple Music y Youtube confirma al ‘streaming’ como modelo hegemónico, en concordancia con la evolución de otro sector, el del cine y la televisión, a través de Wuaki.tv, Filmin o Netflix. Es sabido, no obstante, el escepticismo que generan estos servicios en los autores y ejecutantes: estrellas como Thom Yorke (Radiohead) y Beck se han quejado de sus bajas retribuciones, mientras que Prince y Taylor Swift han retirado sus catálogos. No hablemos ya de creadores menos populares.

Piezas que todavía deben encajar, pero, mientras lo hacen, o no, las tiendas de discos siguen cerrando y ya no parece razonable culpar a la clientela ni apelar a injusticias cósmicas. Si bien, a lo largo del siglo XX, nuestros hogares se fueron llenando de objetos, ya sea libros o discos, ahora parece que vuelven a vaciarse. Rumbo a la nube, a una invisible pero colmada virtualidad.