PREMIOS DE LA ACADEMIA DE HOLLYWOOD
Chris Rock, el presentador (casi) perfecto
Alérgico al miedo, el presentador centró casi todo su tiempo en meter el dedo en la llaga del racismo en Hollywood
Chris Rock, el brillante cómico negro que ya fue maestro de ceremonias en los Oscar en el 2005, había sido invitado a volver como presentador antes de que se anunciaran los nominados y estallara por segundo año la controversia del #OscarsSoWhite ante la ausencia de intérpretes blancos. Los productores no podían haber elegido mejor.
Alérgico al miedo, Rock centró prácticamente todo su tiempo en el escenario en meter el dedo en la llaga del racismo en Hollywood, en la industria y más allá, pero en un acto de aplaudido equilibrismo no solo sacó los colores a esos premios que irónicamente definió como los “white people choice awards”, sino también a quienes habían llamado a boicotear la ceremonia, disparando con especial veneno a Will Smith y su esposa, Jada Pinkett (“Jada, boicoteando los Oscar es como si yo boicoteo las bragas de Rihanna. ¡No he sido invitado!”).
Era un acto complicado como pocos y los riesgos han pasado factura. A muchos en la comunidad negra no les ha gustado que sugiriera que la lucha racial hoy es menos trascendente que la de los años 60, aunque podrían encontrar su redención en el hecho de que ironizara con que el apartado dedicado a recordar a los fallecidos en esta ocasión estaría compuesto por “negros a los que disparó la policía cuando iban al cine” o porque despidiera la gala con el grito “¡Black lives matter!” (las vidas negras importan), un mensaje convertido en eslogan y, sobre todo, en movimiento.
Rock tampoco se ganó amigos cuando hizo una broma menospreciando la campaña de los últimos años en que las mujeres han reclamado que se les pregunte por algo más que por moda en la alfombra roja y falló también cuando usó a tres niños asiáticos para buscar sin éxito risas, poco probables cuando el representante de una minoría se burla de otra.
MOMENTOS SERIOS
Aun así, y pese a los peros, hay consenso en que la rutina racial de Rock fue lo que los Oscar necesitaban. Tuvo momentos serios, como cuando pidió directamente “que los actores negros tengan las mismas oportunidades que los blancos”. Un montaje con actores negros haciéndose paródico hueco en películas nominadas funcionó. Y, como ya hiciera en el 2005, Rock volvió a un cine, esta vez en Compton, y dejó que fueran ciudadanos corrientes negros (y un blanco) los que recordaran a Oscar que ellos también pasan por taquilla y no conectan o se sienten representados por muchas de las producciones de la industria y pidieran cambios.
Rock, además, no fue el único que habló de diversidad o buscó el humor en el debate. En lo de las risas le acopañó, por ejemplo, Sacha Baron Cohen, que magistralmente resucitó a su personaje de Ali G, un blanco que se cree negro. Más en serio, y estatuilla de director en mano, Alejandro González Iñárritu urgió a liberarse “de todos los prejuicios y el pensamiento tribal” y la presidenta de la Academia, Cheryl Boone Isaacs, recordó a los miembros que “no basta con escuchar y estar de acuerdo, hace falta acción”. En el Dolby Theatre la hubo.
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