Crítica de 'Spotlight': La pedofilia bostoniana


Quim Casas
Quim CasasPeriodista y crítico de cine
Profesor de Comunicación Audiovisual en Universidad Pompeu Fabra y docente en ESCAC, FX, Cátedra de Cine de Valladolid y Museu del Cinema de Girona. Autor de diversos libros sobre David Lynch, David Cronenberg, Jim Jarmusch, Fritz Lang, John Ford y Clint Eastwood. Miembro del Comité de Selección del Festival de Cine de San Sebastián.
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La ciudad de Boston es cuna modélica de la liturgia irlandesa y de excelentes exponentes de la novela policiaca y el drama criminal, de Dennis Lehane a George V. Higgins, llevada muy bien al cine: 'El confidente', 'Mystic River', 'Mátalos suavemente'… Pero Boston es también el paisaje físico y anímico de la pederastia cometida por el clero.
No sé si es casual o no, pero uno de los miembros del reparto de 'Spotlight', la película que reconstruye la investigación periodística llevada a cabo en el 2002 para sacar a la luz 90 casos de abusos sexuales cometidos por sacerdotes bostonianos, es Liev Schreiber, quien lleva tres años protagonizando una excelente serie, 'Ray Donovan', que entre otras cosas habla del estigma de ese abuso y cómo quedan marcados quienes lo han sufrido.
La mirada trágica de Schreiber en la teleserie nos transporta a su gesto severo en este filme que intenta, sin conseguirlo, reproducir los modos del filme progresista de encuesta, al estilo 'Todos los hombres del presidente'. Aquí no hay un presidente republicano que dinamitar, sino casi un centenar de casos de pedofilia silenciados.
Algunos de los reporteros (Michael Keaton, Rachel McAdams y el más expeditivo del grupo, Mark Ruffalo), desean publicar la historia cuanto antes. Para Schreiber se trata de esperar, porque no hay que purgar a un sacerdote, sino arremeter contra el sistema que ha posibilitado sus imperdonables actos.
Y así se desliza la película de manera algo tediosa, bien interpretada y bien intencionada, pero rodada con domesticadas maneras televisivas “de las de antes”. En la eterna disputa de siempre, el tema devora cualquier atisbo de forma.
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