CRÓNICA

El mejor Flotats, en 'Ser-ho o no'

El actor y director conquista al Lliure con la comedia de Grumberg sobre la identidad judía

Arnau Puig y Flotats, en 'Ser-ho o no', comedia sobre la identidad judía.

Arnau Puig y Flotats, en 'Ser-ho o no', comedia sobre la identidad judía.

CÉSAR LÓPEZ ROSELL / BARCELONA

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¡Bienvenido Jean-Claude Grumberg! La exclamación surge espontánea después de asistir en el Lliure de Gràcia al estreno de Ser-ho o no, la primera obra representada en España de este interesante dramaturgo parisino de 76 años. Josep Maria Flotats ha dado en la diana al enfrentarse al mordaz y divertido montaje de esta comedia política en torno a la identidad judía.

El actor y director firma, además, uno de sus mejores trabajos como intérprete. Elegante, contenido y alejado de sus tics más reconocidos brilla junto a Arnau Puig, otro valor en alza que ofrece una contundente réplica en los ingeniosos diálogos de la obra. El texto aborda cuestiones como la tolerancia y el respeto a las opiniones contrarias a cualquier pensamiento único y durante el relato emergen no solo los temas que afectan a la  vida cotidiana de la comunidad judía, sino también asuntos tan serios como el antisemitismo, el exterminio nazi o la cuestión palestina.

Hay que agradecerle a Flotats que haya asumido la dificultad de encarnar al personaje del escritor y profesor judío y álter ego del autor, hijo y nieto de víctimas del Holocausto. Empleando el arma de un humor tan incisivo como inteligente, Grumberg lleva al espectador a  reflexionar sobre las militancias religiosas, lingüísticas y culturales de los pueblos.

IRONÍA Y SARCASMO / La acción surge cuando dos personas que viven en una misma escalera se encuentran en el rellano. Uno de ellos ha descubierto por internet que el personaje de Flotats es judío. El vecino pide al escritor que le explique el significado de esta identidad. La pregunta desencadenará una trama que crece tanto en intensidad como en hilaridad en cada nuevo acercamiento. La obra irá deshaciendo con ironía y sarcasmo los tópicos que han dado pie, a lo largo de la historia, a soterrados recelos en torno a la comunidad judía.

Ninguna explicación parece complacer del todo al ávido interlocutor, que no entiende por ejemplo que su ilustre vecino sea ateo pero también judío y además francés. El ritmo de la función solo decae un poco al final cuando Flotats se queda solo en el escenario y se pierde la chispa de los diálogos, pero en conjunto el espectáculo funciona y demuestra que se puede desatar la risa hasta con cuestiones tan delicadas como las que plantea este magnífico texto.

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