EL LIBRO DE LA SEMANA
Desenfreno bajo control
Eduardo Mendoza mantiene su propensión a la nota caricaturesca
Es todo un fenómeno literario de nuestra democracia este detective loco inventado por Eduardo Mendoza que, con esta quinta novela, cumple 36 años. Este Sherlock Holmes chiflado debutó en 1979 con El misterio de la cripta embrujada, una parodia descacharrante de la novela negra -con ingredientes picarescos, humorísticos y góticos- cuando la novela negra aún no constituía una moda (enseguida lo fue, con Manuel Vázquez Montalbán, Juan Madrid o Alicia Giménez Bartlett). Las cinco entregas que desde entonces ha narrado y protagonizado obedecen a aquel modelo paródico y las complicaciones en que se ve envuelto quedan de manifiesto en la misma matriz de los títulos (la misma en todos): el tarado se ha enfrentado sucesivamente a un misterio, un laberinto, una aventura, un enredo y, ahora, un secreto.
En El secreto de la modelo extraviada, el orate metido a investigador no ha cambiado su esencia marginal y desquiciada, amén del desgaste de los años, que lo han convertido en un hombre de edad provecta pese a su oficio juvenil de repartidor de comida china. Tampoco ha cambiado su estilo enfático y rumboso (el que Mendoza le adjudicó) ni ha mermado la jocosidad de su autor, en la que se mezcla la sátira social (con un flagelo indoloro contra costumbres y tipos) y el disparate de astracanada con los que el lector oscila entre la sonrisa y la carcajada. Y, puestos a señalar los elementos invariantes de la serie, se mantiene intacta la crítica -en segundo plano, ciertamente, porque esto no es un relato sociopolítico- al absolutismo de la pela y a los enjuagues impunes de los poderosos, aquí encarnados en la turbia sociedad de plutócratas APALF.
Esta nueva aventura se presenta como una rememoración de un caso sucedido muchos años atrás, el del presunto asesinato de la modelo Olga Baxter. El pirado, al que se quiso endosar el crimen, tiene que averiguar quién lo cometió para librarse del peso de la ley, representada por el implacable comisario Flores. Como auxiliares en sus pesquisas cuenta con un elenco de esperpentos a cuál más extravagante, entre los que se lleva la palma un travesti: la señorita Westinghouse. El cásting de personajes (casi se diría de guiñoles) es memorable y Mendoza los mueve con una destreza tal que, divirtiendo y manteniendo abierta la intriga, hace olvidar lo insustancial del argumento. La propensión de Mendoza a la nota caricaturesca o grotesca, su acierto en la ideación de criaturas risibles y situaciones absurdas -que está también en sus novelas serias-, fluye aquí en una avalancha feliz y sin embargo controlada, de modo que no se encontrarán hilos sueltos: véanse como prueba Toby, el chucho que supuestamente tiene que restaurar a su dueña el loco, el leitmotiv de la práctica del footing, la señorita Westinghouse o el funcionario policial Asmarats.
NOSTALGIA
Muestra de ese control narrativo es la estructura del esclarecimiento del misterio, que debe regresar al presente -en el que no faltan pullas a nuestra actualidad de ahora mismo- tras el largo flash-back que constituye casi toda la novela. En un desenlace que no depone la comicidad, se cuela sin embargo una especie de sugestión de nostalgia, como si la mirada al pasado del innominado narrador fuera también la del propio Mendoza hacia sus cuarenta fecundos años de carrera novelística.
FICHA: EL SECRETO DE LA MODELO EXTRAVIADA. Eduardo Mendoza. Seix Barral. 320 págs. 18,50 €
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