la creación más experimental

El tiempo del arte pasa en el Espai 13

Martí Manen comisaría el actual ciclo expositivo con cuatro exposiciones que indagan sobre las diferentes fases de la producción artística

Martí Manen, en la muestra de Rubén Grilo, la primera del ciclo del que es comisario en el Espai 13.

Martí Manen, en la muestra de Rubén Grilo, la primera del ciclo del que es comisario en el Espai 13.

NATÀLIA FARRÉ / BARCELONA

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«Empezamos fuertes. Entras y ¿dónde está la exposición? ¡Es todo blanco! Fácil no es, pero nadie ha dicho que el arte tenga que ser fácil». Con esta declaración de principios presenta Martí Manen (Barcelona, 1976) su apuesta comisariada, Quan les línies són temps,  Cuatro exposiciones que tienen el tiempo en el arte como tema central y que de una manera u otra indagan sobre las relaciones que se establecen en las diferentes fases de la creación artística: investigación, realización, producción y exposición.

La primera de las propuestas la firma Rubén Grilo y es la que luce en el cubo blanco al que Manen hace referencia y que aparentemente está vacío. Pero no lo está. El juego es este: mirar y llegar a ver. Ver el sistema lumínico de la muestra y preguntarse si es parte de la obra o no. Una serie de bombillas de bajo consumo todas de formas y tonos diferentes que dan luz a la sala, y que invitan al visitante a dudar sobre su papel. Como dudas genera acerca de la presencia del espectador el minimalismo del espacio: ¿El visitante forma parte de la exposición o no? ¿Y qué significa el sonido periódico de seis oboes desafinados sonando al mismo tiempo? En todas estas preguntas y dudas, o sea, en el proceso de comprensión del trabajo artístico, está la dificultad de la que habla Manen: «Es complejo, sí, pero hay una idea de esfuerzo: '¿me gusta o no? ¿por qué?'. Tiene que ser así porque al entrar en una sala de exposiciones se supone que hay una intención y una voluntad de que te expliquen algo».

Pero aunque todo es muy conceptual, en la muestra también hay espacio para el placer visual que viene dado por los moldes invertidos de tabletas de chocolate que Grilo arma como si fueran lienzos. Unas telas falsas que remiten a la estandarización y al proceso industrial, temas recurrentes en la obra del artista. Y al momento equivocado en el tiempo de producción remite otra de las piezas presentes, una línea de tubos de pintura al óleo que no se seca nunca, con lo que es imposible acabar la obra. Unos tubos que a la vez se venden en la tienda de la fundación, hecho que genera una duda más: ¿Comprar un tubo es comprar una obra de Grilo?

Seguridad e inseguridad

Una complejidad propia del Espai 13, «arriba tienes seguridad, Miró. Y aquí, la inseguridad del artista que arriesga y la inseguridad del visitante que no sabe qué ve a ver y no sabe si entiende lo que ve», sentencia Manen. No en vano el mandato del Espai 13 es acoger artistas jóvenes, que no emergentes, con propuestas experimentales.

Los otros dos creadores en presentar proyecto en el ciclo comisariado por Martí Manen son Sofia Hultén, con un trabajo sobre la capa emocional de los objetos (en diciembre); y Rosana Antolí, con un proyecto centrado en el dibujo, la coreografía, el baile y el teatro (en julio). Habrá una tercera muestra, en marzo, que no ocurrirá en el Espai 13 sino en El Palomar, una sala en Poble Sec con unos códigos expositivos muy diferentes a los habituales. Será la primera vez que el Espai 13, que ya suma tres décadas de trayectoria, salga de su espacio, y será una vuelta más a la experimentación que pregona.