Juanma Bajo Ulloa: «Es mejor reírse que romper escaparates»

El director de 'Airbag' vuelve a la comedia salvaje con 'Rey Gitano', estrenada este viernes

Fectorare es? Quam lis es bonervit aus vit.

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BEATRIZ MARTÍNEZ / MADRID

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Ha tardado casi diez años en volver. Pero Juanma Bajo Ulloa (Vitoria, 1967) ha regresado por todo lo alto descargando toda la artillería pesada y con la lengua bien afilada. El resultado de este tiempo de espera es Rey Gitano, una película a modo de parodia de la sociedad actual en la que no deja títere con cabeza y en la que late el espíritu esperpéntico e iconoclasta de su Airbag (1997). La película llegó ayer a los cines.

-¿Cómo surge Rey Gitano y qué quería contar a través de ella?

-La primera chispa surge hace muchos años, durante el rodaje de Airbag. Me doy cuenta de que las escenas en las que trabajan juntos Karra Elejalde y Manuel Manquiña desprenden una energía extraordinaria. Tienen tal capacidad y cómica y tanta química que muchas veces casi se paralizaba el rodaje. Era mágico. Y fue entonces cuando pensé que algún día me gustaría hacer una película en la que ellos pudieran despacharse a gusto y convertirlos en una pareja cómica, como Walter Matthau y Jack Lemmon. Esa idea se paralizó hasta que hace cuatro años percibí que era el momento oportuno, que la situación era la adecuada. Una situación social e histórica que era digna de retratar. Y que Karra y Manqui podían representar a ese modelo de españoles al que no le estaban saliendo las cosas bien, que se habían convertido en perdedores.

-¿Quería simbolizar a través de los personajes de Elejalde y Manquiña a las dos Españas?

-Esa idea de las dos Españas que nos han inculcado.

-Y luego estarían las estructuras de poder que lo manipulan todo.

-Algunas tienen cara, ámbito y las puedes situar, y otras no se sabe muy bien dónde están, pero en cualquier caso tienen que ver con el espectro económico. El poder político en el mundo entero, en España también, está bajo la influencia de la economía. No tenemos ni puta idea de qué es la prima de riesgo, y sin embargo, ahí está. Si hay que salvar el planeta no hay que hacerlo porque las especies merezcan vivir, sino porque económicamente es rentable. Estamos muy enfadados por esa sensación que tenemos de que nos están manipulando, pero también tenemos que darnos cuenta de que de alguna forma todos estamos siendo tolerantes y cómplices de eso. Y nos quedan dos opciones, enfadarnos y salir a la calle a romper escaparates, o reír. Y yo propongo a la gente que nos riamos.

-De hecho las tramas que giran en torno a los círculos de poder en la película son algo confusas.

-Porque ejercen un papel oscuro y ambiguo. El papel de Rosa María Sardá representaría a un miembro del Gobierno de la nación y el de Charo López simbolizaría el de la estructura más alta de la economía del país, como los grandes banqueros, que tienen un control enorme y miles de conexiones con la monarquía y el Gobierno, con los jeques árabes… y aparecen siempre en la sombra. Y en la película lo que quería es que los dos protagonistas, que son unos parias y unos desgraciados, consiguieran darle la vuelta a eso.

-Me gustaría que me hablara de los límites de la transgresión. ¿Qué significan para usted y cómo los utiliza en su cine?

-Normalmente no tengo demasiada intención voluntaria de transgredir o escandalizar. Pero me suele sorprender la capacidad de escandalización que tiene la gente. Al final llegas a la conclusión de que hagas lo que hagas alguien se va a escandalizar. A mí me escandalizan muchas cosas, pero tienen poco que ver con las bromas, sino con la realidad: lo que hacen los curas con los niños, lo que hace el Gobierno con nuestro dinero, los islamistas asesinando a gente… pero no las bromas sobre el poder.

-¿Cree que el cine español se ha vuelto en este sentido demasiado conservador y que se rige por la convencionalidad?

-El cine es un vehículo muy poderoso. Y todo lo que tiene que ver con la información, con la cultura, al poder le da mucho miedo. Por eso existe tanto control y en ocasiones se censura cuando no responde a sus expectativas. El cine está ahora mismo en manos de grupos mediáticos. Y los cineastas y la gente de la cultura lo han aceptado con mansedumbre. Por eso solo nos encontramos ante la misma comedia todo el rato. El humor es blanco, blando, para tu abuela. Con la excusa de no molestar a nadie, a quién no quiere molestar es al poder. Y los cineastas parecen haber asumido eso y abren su orto para que les penetren analmente. La cultura debería llevar anclada la libertad de expresión a su lado.

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