RECONOCIMIENTO A UN PINTOR POCO EXPUESTO
Abstracción cotidiana
Alfons Borrell (Barcelona, 1931) es uno de esos creadores de la segunda mitad del siglo XX que no abrazaron el informalismo y que fueron devorados por la alargada sombra de Tàpies, y que por ello han sido olvidados por la historiografía oficial y poco apreciados por las instituciones. Una injusticia que esta semana se ha empezado a reparar. Si ayer el MNAC abrió una amplia e interesante exposición temporal centrada en estas generaciones arrinconadas, hoy la Fundació Miró inaugura una completa retrospectiva dedicada a este pintor -que no se considera artista pero al que le gustaría ser pintura- y que es uno de los máximos representantes de la abstracción en Catalunya.
Un artista que ayer, muy emocionado, paseaba entre las 200 piezas expuestas, muchas inéditas, y las comparaba con un jardín: «Es como plantar flores, cuidarlas, ver que crecen y lo bonitas que se hacen». «Una sensación extraña», pero no impensable. Pues en la fundación expuso en una colectiva cuando esta llevaba un año en marcha, en 1976, y en el espacio para creadores emergentes de la institución tuvo su primera muestra individual dos años después. La de ahora «es el cierre digno de esta larga historia de relación», a juicio de su directora Rosa Maria Malet.
Geometría y color
Alfons Borrell. El treball i els dies, que así se titula la muestra, debe el nombre a la obra homónima de Hesíodo en la que el poeta griego desgranaba el trabajo diario, los ciclos naturales, la siembra, la siega... Y es un título que evidencia muy bien la forma de trabajar de Borrell, alguien que cada día entra en su estudio como un acto vital: «Doy de comer a los peces, doy comida a los pájaros, hago de jardinero cuando toca, voy a la montaña, voy al taller». Y alguien que titula las obras con la fecha del día que las acaba, casi como un diario personal, como una especie de registro de los momentos en que ha sido capaz de crear algo.
El resultado de esos momentos de inspiración remiten siempre a la abstracción geométrica y a las cortinas de color -verde, azul, naranja y gris-.Un trabajo «que se mueve en unos parámetros muy mínimos que se van repitiendo», afirma Oriol Vilapuig, comisario de la exposición que ha ordenado las piezas obviando el recorrido temporal y apostando por «interpelar a la obra». «El espectador no puede ser pasivo sino activo delante del trabajo de Borrell». Un trabajo que «no necesita tanto códigos de interpretación como espacio de contemplación».
Así, Alfons Borrell. El treball i els dies recorre toda la carrera del creador sin obviar sus trabajos más gestuales, aquellos que salieron tras su paso por el Grup Gallot, un colectivo que en los 60 se dedicaba a las acciones y que afectó al trabajo de Borrell: «Me hirió y me dejó desorientado porque ellos eran un grupo de pintores muy revolucionarios y yo, en cambio, entendía la pintura como otra cosa».
Joan Borssa lo sacó de la confusión: «Me influyó mucho en el aspecto humano, me enseñó a no tener miedo y a ver que lo que hacía estaba bien». Trabajo que hasta el 27 de septiembre luce en la Miró.
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