CONCIERTO EN BARCELONA
Una noche de sentimientos
Pablo Alborán enamoró en la primera de sus dos presentaciones de 'Terral' en el Sant Jordi
Ya desde la introducción visual, Pablo Alborán parecía decidido a tirar por tierra su imagen de -estricto- baladista: imágenes de paisajes, de tierra y mar, se suceden con la velocidad de Mad Max: Furia en la carretera.
El primero de sus dos conciertos en el Palau Sant Jordi para presentar Terral (2014) empieza así, curiosamente, con vértigo y hasta una explosión en la pantalla. Acto seguido, un Alborán lejos del cantautor y más cerca del líder de banda pop, con actitud dinámica y un polo slim de los que marcan musculatura, se lanza a por la social Está permitido: «El mundo gira en torno a lo que decidamos todos». El ritmo animado, ahora de raíz latina, sigue con La escalera. Alborán cambia la letra para ganarse al público, aunque no hace falta: está entregado desde el segundo uno. Pero el caso es que «mi amor» se transforma en «Barcelona»: «Barcelona, quédate... Quédate conmigo».
Con Ecos, interpretada por Alborán al piano, llega una fase intimista que tampoco dura demasiado: Quimera y Un buen amor vuelven a contar con un infeccioso empuje rítmico.
CAMEO DE ZAZ / El cantautor malagueño es adepto de las colaboraciones y en fechas señaladas suele contar con invitados en sus conciertos. Anoche le tocó salir a Zaz, la cantante parisina con la que ha grabado a dúo Sous le ciel de Paris. Cantaron este clásico popularizado entre otros por Édith Piaf -Alborán también ha versionado alguna vez La vie en rose- y una versión con versos en francés de Pasos de cero.
Caramelo caldeó el ambiente con contoneo rumba-rock, mientras que El olvido propició un inesperado duelo de cajón entre Alborán y su percusionista-trompetista Carlos Martín. Dando a cada canción su propio sonido, una voz inesperada, o un giro particular: así se construye un espectáculo entretenido sin necesidad de excesivos fuegos de artificio.
La constante era anoche el sentimiento a flor de piel en las letras de Alborán, que son apología nada oculta del amor romántico, a pesar del millón de contraindicaciones de su prospecto. Tras un interludio acústico a cuatro guitarras, Gracias aportó épica pop al estilo británico, y una frenética Volver a empezar, aromas de los Balcanes.
Para el bis quedaron favoritas -aunque todas esta noche fueran favoritas, a tenor de la respuesta del público- como Solamente tú, parcialmente cantada en catalán y, tras un arrebato flamenco, quizá su mejor composición hasta la fecha, Por fin.
Despídete tiñó la noche de cierto rencor, pero Vívela clausuró este festín emocional con más ánimo que animosidad: «Grita que la vida es bonita aunque esté del revés».
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