RETRATO CORAL

'Voyeurismo' vecinal

La ilustradora Sara Morante debuta como novelista con 'La vida de las paredes'

Una de las ilustraciones de Sara Morante.

Una de las ilustraciones de Sara Morante.

ANNA ABELLA / BARCELONA

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Ya de niña, Sara Morante (Torrelavega, Cantabria, 1976) escribía cuentos. Pero los pinceles se cruzaron en su camino y canalizó en ellos sus ansias «de creación». Así que, tras estudiar artes aplicadas y dejar atrás un gris trabajo de oficina, en el 2010 se profesionalizó como ilustradora forjándose pronto un nombre y poniendo su arte al servicio de obras de autores como Jane Austen, Edith Wharton o Andersen en editoriales como Nórdica e Impedimenta. Ahora ha recuperado aquella «afición por crear historias» y debuta en la novela con La vida de las paredes (Lumen), donde más de 30 ilustraciones dialogan con el relato coral de una comunidad de vecinos, la mayoría solitarios, infelices y obsesivos.

La sombra de unas gárgolas diabólicas se cierne sobre los vecinos del número 16 de la calle Argumosa: la lúcida propietaria del edificio, que vive su lesbianismo en secreto, un paragüero voyeur, la pareja de porteros hundidos por la muerte del hijo, una exequilibrista coja y exmusa de artista, una joven bordadora que vende su cuerpo para comer y un matrimonio resignado con un espabilado niño.

«Ya antes de ser ilustradora, en el 2007, tenía ocho páginas escritas en las que tenía muy claros esos personajes, pero no sé de dónde salieron -explica Morante, a quien la editora de Lumen Silvia Querini animó a desarrollarlas-. Dibujé sus retratos y, mirándolos, pensé en cómo eran y qué sentían para cerrar sus personalidad. Me interesa su psicología, sus emociones, ver cómo gestionan su vida en una época, la de entreguerras, de principios del siglo XX, en que la libertad real de la gente no era mucha. Siempre me han gustado las historias claroscuras y ese periodo se prestaba, solo que lo hice más castizo, en una ciudad ficticia, típica de Cantabria».

«Mi abuela vivía en la calle Argumosa de Torrelavega, pero hay calles con ese nombre en muchas ciudades. En el Norte era normal ver escenas como los vecinos pagando la renta a la casera, gente asomada en los balcones, ese voyeurismo de que todo el mundo quiere saber qué hace el otro...» Y ese ambiente lo tiñó, gracias a las gárgolas, de notas góticas y fantásticas y jugó con la leve frontera que separa el delirio de la realidad en las enfermedades mentales.

Excepto los retratos de los personajes, el resto de ilustraciones de La vida de las paredes las hizo tras acabar el texto. «Eso me permitió equilibrar la narración, quitar cosas a lo escrito y dárselas al dibujo. Así logré lecturas diferentes: la del texto por sí solo, la de las ilustraciones con interpretaciones más amplias que aportan o sugieren cosas que no están en el texto, y la lectura conjunta».

Sara Morante seguirá ilustrando los textos de otros escritores -«soy muy fiel y respetuosa con el original a la vez que intento dar alguna vuelta de tuerca»-, pero quiere repetir ya «la experiencia de escribir» y, cuando se vea preparada, afirma, se acercará a la novela gráfica. «Admiro a los dibujantes de cómic, la rapidez en el trazo, la concreción, la expresividad... No hay que quedarse en zona de confort. Hay que progresar».

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