La Mancha
Un paisaje-'personaje'
Gustave Flaubert escribió: «¡Cómo se ven esos caminos de España que no se describen en ninguna parte!». Así sucede con la Mancha, de tal forma que, como afirma Francisco Rico en Tiempos del Quijote, «el paisaje real se intuye en la acción narrada, en los personajes, no se lee literalmente en el texto». Eso es de una gran modernidad y permite que el paisaje acabe siendo un ingrediente esencial de la novela, un personaje nada secundario, si se quiere.
Otra cosa es que el paisaje vislumbrado se atenga a la realidad. «Se siente el calor, el agobio; se siente que no hay donde refugiarse, en ocasiones -dice Rico-.
Pero luego, claro, puede ser perfectamente literario, como los bosques de hayas: no existen hayas en la península Ibérica de Castilla para abajo».
Basta pensar en este paisaje intuido y en la pretensión figurativa de la selva de Joseph Conrad o del desierto blanco de Jack London para alcanzar a ver la originalidad cervantina al concebir ese paisaje-personaje tan real e irreal al mismo tiempo. «El que se pinta en cambio con vigorosa exactitud es el paisaje fantaseado por Don Quijote», subraya Rico en su libro.
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