ESTRENO EN EL ROMEA

Los gemidos de la discordia

El cineasta Cesc Gay debuta en el teatro con la comedia 'Els veïns de dalt'

Cesc Gay (al fondo) y su mujer, Àgata Roca, en un ensayo de la obra.

Cesc Gay (al fondo) y su mujer, Àgata Roca, en un ensayo de la obra. / ALBERT BERTRAN

IMMA FERNÁNDEZ / BARCELONA

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Incisivo y ácido diseccionador del mundo de la pareja en su filmografía (En la ciutat, Una pistola en cada mano...), el cineasta barcelonés Cesc Gay se ha puesto cómico en su debut teatral, Els veïns de dalt. Nora Navas (Laura) y Jordi Rico (Salva) son los vecinos de arriba. Y a tenor de los sonidos que atraviesan las paredes, les va de maravilla. La ruidosa partitura, no obstante, desespera a Pere Arquillué (Juli) y Àgata Roca (Anna), los del piso de abajo. Su relación chirría y no están para conciertos. Los invitan a cenar. Juli quiere sacar a la mesa el espinoso asunto. Habrá sorpresas. «Se genera un debate sobre los usos y costumbres sexuales que llevará a muchos otros lugares», avanza Gay.

El arranque de la obra, confiesa el autor y director, lo vivió él mismo con unos antiguos vecinos muy fogosos que perturbaban la paz familiar. «A cualquier hora, oíamos ruidos extraños, seguidos de una gran variedad de gemidos y bufidos», ilustra. «Ya no están», informa con alivio Gay. Pero le dejaron la «chispa» para una historia que él intuyó más apropiada para la escena que para la gran pantalla. «Hacía años que quería hacer teatro, pero tenía mucho miedo y nunca encontraba el texto idóneo. Este tiene un tono de comedia distinto al de mi cine. Y me decidí a darle forma teatral».

La comedia, asegura, es el género que prefiere como espectador de teatro. «Es con lo que más disfruto», afirma. Su mujer, Roca, integrante de la compañía T de Teatre, le ha dado, a buen seguro, muchas alegrías. Ahora él la ha sorprendido, dice la actriz, con una «comedia de ritmo trepidante y regusto amargo». Un género en el que debuta Navas y que rescata Arquillué después de años exhibiendo su perfil dramático.

A Gay siempre le interesó retratar el mundo cercano y real. «Me gusta escribir sobre lo que le pasa a la gente normal. Nunca hablo de policías corruptos, zombis o superhéroes. Busco la empatía del público con los sentimientos». En la vida en pareja, torbellino de conflictos, encuentra un filón. «Es un reto mayúsculo, lleno de adversidades. Y aun así, los hombres y las mujeres seguimos intentándolo. Creo que solo con ironía y sentido del humor es posible escribir sobre esta tragedia».

MÁS ÍNTIMO / De su bautismo escénico valora la «intimidad y cercanía» con la que se trabaja, lejos del sinfín de productores, y sus parientas, que asoman la nariz en los rodajes. «Además, en el teatro cuando acabo me voy y son los actores los que se quedan con la obra. En el cine, ellos son los que se van y yo me quedo solo, para editarla y montarla», razona. Tan grata ha sido la experiencia que piensa repetirla. «Si no hacemos el ridículo, volveré». Antes, en otoño, estrenará su nueva película, Truman, «Tocará las fibras», vaticina.