Josep Maria Espinàs: «Lo primero que me exijo es no aburrirme»

El escritor y columnista publica el libro de escenas autobiográficas 'A ritme del temps'

Josep Maria Espinàs, asomado a la terraza de su casa.

Josep Maria Espinàs, asomado a la terraza de su casa.

ERNEST ALÓS / BARCELONA

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Este sábado ha cumplido 88 años. Está a punto de recibir -este lunes- la medalla de oro de la Generalitat, tiene 82 títulos publicados y lleva 38 años mantienendo su columna diaria, primero en el Avui y desde hace 15 años en EL PERIÓDICO. Y Josep Maria Espinàs ha escrito en los últimos meses su libro más inclasificable, A ritme del temps. Notes d'una vida A ritme del temps. Notes d'una vida(La Campana). Unas piezas que él se resiste a definir, una sucesión de escenas y reflexiones de contenido autobiográfico.

-¿Lleva tiempo acumulando esta clase de textos?

-Un día, a principios del verano, me encontré escribiendo un texto que me salía así, rítmicamente. Me daba cuenta de que incluso pensaba rítmicamente. Los temas no son poéticos. Quizá biográficos, pero sin voluntad lírica. Yo mismo estaba sorprendido y me preguntaba qué estaba haciendo. No es prosa, pero sé muy bien que no es poesía, aunque la gente quizá se engañará porque haya escrito con líneas cortas.

-Tampoco acabo de entender su reticenciaa hablar de poesía. Estos textos podrían definirse como poesía de la experiencia. Algunos no están tan lejos de lo que escribe, por ejemplo, Joan Margarit.

-Yo pienso que esto es una prosa rimada. Me he encontrado haciendo este libro bastante original y extraño, que si le quieres llamar narrativa poética... Es cierto que algunas piezas se podrían convertir en canción, podría cogerlas Burrull. Y con la prosa esto sería imposible.

-Hay referencias al jazz. Podríamos decir que Espinàs tiene swing.

-Mire, con esto estaría mucho más de acuerdo. Me interesa mucho el ritmo. Una lectura de prosa puede tener swing (chasquea los dedos). El ritmo es la vida. La rima no.

-Más de una vez ha ironizado sobre lo pesados que son los poetas, que van persiguiendo a la gente para recitarles sus obras. A lo mejor por eso tiene tanto interés en dejar claro que Espinàs no ha escrito poemas.

-¡Hasta en el autobús lo hacen! Es difícil de explicar. Pero a lo mejor sí que soy una persona que a menudo ha hecho cosas que no han sido entendidas. Mi vida no es una vida canónica, una vida regular.

-A la hora de hablar de qué es y qué no es este libro, también podemos debatir si son memorias o no.

-Yo no me veo con ánimos de hacer una biografía. Solo imaginarlo me da una pereza espantosa. Me aburriría muchísimo, y lo primero que me exijo a mí mismo es no aburrirme. Nació tal año, sus padres... Sí que son estampas, momentos de mi vida. De época escolar, de viajes, experiencias, una contemplación. Pero yo soy un presentista absoluto. Lo que he recogido son hechos. Lo que mandan son los hechos, no las personas. Hablo de un abuelo, ¡y en una biografía tendrían que salir los dos!

-He repasado quién aparece. Padre, madre, los hermanos, el tío muerto en la guerra, el que juega a tenis, el abuelo Massip, Pla, Luján, Vergés, Cela. Y aquí se acaba. Nadie vivo. Ni su mujer, ni su hija, ni su editora...

-Es un libro sobre mi pasado. Aquí, sin establecer jerarquías, sin decidir qué tiene que ir y qué no, me he puesto delante de la máquina de escribir y he hecho memoria antes de perder la memoria definitivamente.

-Ha dicho que está escribiendo unas memorias fragmentarias, con sus varios libros de recuerdos ¿Le queda algún fragmento más?

-No lo sé. No soy nada programador.

-En una de las piezas habla del Espinàs que la gente se imagina.

-Eso nos pasa a todos. La gente de alrededor piensa que somos de una manera que no somos.

-¿El equívoco más frecuente?

-En las cosas básicas la gente no se equivoca. Tiene todo el derecho a verme como quiera. Hay gente que quiere ser vista de una manera determinada porque cree que tiene una identidad determinada. Yo no lo veo claro, esto, referido a mí.

-Quizás a algunos les sorprenda su mirada sobre la religión. Una vez le definí como descreído y me dijo que era una palabra demasiado fuerte.-Porque un descreído, en principio, etimológicamente, sería alguien que ha creído y ha dejado de creer. Es muy diferente de alguien que nunca ha creído.

-Hay algún texto casi anticlerical, como el de la mujer maltratada a la que ningunean en el obispado.

-Antiepiscopal, en todo caso. No, yo no soy anticlerical. Anticlericalista quizá... Me cuesta mucho ser anti nada. Yo puedo no compartir algo pero puedo entender que una persona sea como es por sus creencias, educación, manera de ser. Tengo una visión relativa de las cosas.

-En la segunda parte del libro, más que recuerdos autobiográficos hay una serie de textos sobre la vejez, la proximidad de la muerte... Incluso tres que podrían ser epitafios.

-No sé si tengo redactado mi epitafio... Son un juego de distanciamiento. Y espero que no sean un pitafi. No es muy poético anticiparte con sarcasmo a lo que dirán de ti.

-Cuando habla de su padre, dice 'ara que ell ja no hi és, i jo m'acabo'. Pero lo veo bastante bien.

--Sé muy bien que me acabo. Puede ser en un mes, en un año o en tres años. Hay varias fases en la vida, y yo ya estoy en esta.

-Recuerda que, cuando era niño, una mujer le dijo que parecía 'inglesito'. ¿Siempre lo ha parecido un poco?-Yo soy bastante britanista, en unos aspectos determinados. En la manera de actuar y de hacer. En Inglaterra me siento muy cómodo y tranquilo. Hay una relación de respeto. En este sentido soy británico.

-¿Y también en cierta frialdad o contención emocional?

-Hombre, no me gusta el sentimentalismo, no. Los sentimientos los tengo dentro. Otra anécdota británica: de noche, me encontré un coche con una multa. Me acerqué para leerla. El agente tal, con número tal, ha encontrado el coche con matrícula tal a tal hora en una situación que le permite suponer que podría haber cometido una infracción. Este señor no sentencia. Yo soy británico en este sentido, contra las contundencias simplificadoras de las cosas. Aquí las cosas se dicen de una manera dogmática. En Inglaterra, parlem-ne.

-¿Y la situación política del país cómo la ve?

-Todas las situaciones son complicadas, así que la del país ya no le digo. Y verla... veo que va evolucionando hacia un lugar y hacia otro. Esta suma de intereses, cálculos e intereses, soy incapaz de entenderla. Lo que hay es evidentemente un independentismo visible y articulado que hace tres años no existía como tal. Y que es fuerte lo prueban las reacciones absurdas y grotescas que llegan desde España. A lo que esto puede llegar, no tengo ni idea.

-Cómo lo lleva, lo del artículo diario después de 38 años?

-Muy bien. Lo encuentro muy interesante porque me obliga a pensar. Mantiene en tensión la capacidad de asociación y observación. Eso es la creatividad que está al alcance de la gente normal como nosotros. Continúo manteniéndola. Quizás mejor. Y soy muy rápido escribiendo, o proponiendo títulos para libros. Otra cosa es la memoria de los nombres propios. Allí hay un proceso de borrado que puede llegar a ser dramático. Pero en mi caso aún no lo es.