UN PUEBLO PRECOLOMBINO OLVIDADO
La cultura mochica exhibe su riqueza en CaixaForum
La civilización floreció en Perú siglos antes del esplendor de los incas
Pensar en el Perú antiguo es pensar en la cultura inca. Pero su fama no se debe tanto a que fuera la cultura de máximo esplendor que nunca vivió la zona como a que era la que se encontraron los españoles cuando llegaron al continente. Cuando Francisco Pizarro desembarco en América del Sur en 1532 el territorio estaba gobernado por los emperadores incas, y esto es lo que contaron los cronistas. Y esto es lo que ha quedado en el imaginario humano. Pero antes de los incas hubo muchas otras civilizaciones en el territorio, entre ellas la mochica, que se desarrolló en la costa norte de Perú entre los siglos I y VIII y que fue, a juicio de Andrés Álvarez-Calderón, director del Museo Larco de Lima, «sofisticadísima, importantísima y desarrolladísma» y a la que CaixaForum dedica su última exposición: El arte mochica del antiguo Perú, hasta el 7 de junio.El arte mochica del antiguo Perú,
Doscientas piezas, entre cerámicas, joyas y objetos ceremoniales, provenientes del Museo Larco -cuyo fundador, Rafael Larco Herrera, es considerado uno de los padres de la arqueología peruana- que explican una cultura eminentemente agrícola y con grandes conocimientos hidráulicos que convirtió la árida zona costera del país en verdes valles de cultivo que han perdurado hasta la actualidad. Y también una cultura con una avanzada metalurgia y alfarería que manufacturó hermosas piezas de cerámica que «son como pequeños libros que compensan la inexistencia de una escritura alfabética», apunta Ulla Holmquist, comisaria de la exposición.
Es posible conocer a partir de estos libros tridimensionales encontrados en las tumbas de sus líderes cómo vivían los mochicas. Una civilización cuya cosmovisión incluía un mundo de arriba, que proporcionaba el agua; un mundo de abajo, donde crecían las plantas, y un mundo terrestre, donde interactuaban los otros dos, simbolizados por las aves, las serpientes y los felinos, respectivamente.
La fertilidad
Los ritos tenían como objetivo mantener el equilibrio entre los mundos y propiciar la continuidad de los ciclos reproductivos y la fertilidad de la tierra. Así, el ritual del sacrificio enfrentaba a dos guerreros en un combate a muerte para ofrecer la sangre del vencido a los dioses, cuando los ciclos naturales se alteraban y las lluvias no aparecían. Y la actividad sexual servía tanto para fecundar a las mujeres como a la tierra. Todo ello, y mucho más, lo cuentan las cerámicas que también tienen espacio para el mito por excelencia de esta civilización: Ai Apaec, una suerte de Gilgamesh o Hércules mochicano con atributos de ave, serpiente y felino que combate con seres de otros mundos hasta fallecer para trasladarse al mundo de los muertos y luego renacer en la tierra como cultivo.
Un ciclo agrícola que uno de los episodios de El Niño trastocó poniendo en duda el poder de los dioses y gobernantes mochicas y que provocó su desaparición.
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