UN BRILLANTE Y LÚCIDO HOMENAJE AL TEATRO

Homar juega con De Filippo

El actor dirige y protagoniza 'L' art de la comèdia' en la Sala Gran del TNC

Lluís Homar, Joan Carreras y, al fondo, Lluís Villanueva, en 'L'art de la comèdia', emblemática pieza de Eduardo de Filippo.

Lluís Homar, Joan Carreras y, al fondo, Lluís Villanueva, en 'L'art de la comèdia', emblemática pieza de Eduardo de Filippo.

IMMA FERNÁNDEZ / BARCELONA

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Hay que celebrar el doblete del gran Eduardo de Filippo (1900-1984) esta temporada en los teatros públicos de Barcelona. Si hace un par de meses el genial Toni Servillo deleitó a la platea del Lliure con Le voci di dentro, ahora es Lluís Homar quien, en el TNC, le toma el pulso al autor napolitano con la reverenciada El arte de la comedia, sin duda uno de los más lúcidos y brillantes homenajes al oficio entre bastidores.

¿Cuál es la función de las artes escénicas en nuestra sociedad? ¿Para qué sirve el teatro? He aquí la cuestión que hace 50 años exploró el maestro italiano con su habitual ingenio. La obra se estrena este jueves en la Sala Gran (hasta el 12 de abril) en una propuesta pilotada por Homar, director y protagonista, arropado por un elenco de lujo que completan Joan Carreras, Andreu Benito, Lluís Vilanueva, Roger Casamajor, Mar Ulldemolins, Victòria Pagès, Quimet Pla, Oscar Valsecch, Eduard Muntada y Pau Viñals.

Xavier Albertí ha firmado la traducción y dramaturgia de la que considera una de las «obras maestras del siglo XX». «Es un espectáculo redondo y con un compromiso profundísimo sobre lo que es esta profesión», agrega el director del teatro.

En su ficción, Filippo se alejó de su Nápoles natal para ubicar la historia en una ciudad de provincias italiana, donde el nuevo gobernador, De Caro (Carreras), se dispone a recibir sus primeras visitas. Acepta escuchar las penas de Oreste Campese (Homar), director de una troupe  que ha perdido su teatrillo por un incendio. El comediante, álter ego de De Filippo, invoca su ayuda y le pide que asista a su función para que con su presencia demuestre a la ciudadanía la relevancia de su arte. El político le dará portazo.

La trama derivará en un juego de equívocos y la confrontación entre realidad y ficción. Campese saldrá llevándose por error la lista de visitantes que el prefecto debe atender y le amenazará con un baile de máscaras: su familia teatral usurpando las identidades reales. Así, por el despacho del recién llegado irán desfilando un médico, una maestra, un párroco... ¿Son los ciudadanos de verdad o son los actores de Campese?

«GRAN FIESTA TEATRAL» / Homar presenta el espectáculo como «una gran fiesta teatral, tremendamente divertida y paradigma del teatro popular, concebido para que el público disfrute y conecte». Un divertimento con una hábil carga reflexiva que afronta el pulso entre administración y arte. «Era una obra muy especial para el autor porque plantea para qué sirve el teatro, cómo lo viven los políticos, cómo lo hace el público y cómo lo debemos hacer nosotros», anuncia el director y actor, que ha llevado el análisis sobre el oficio y su carácter efímero a la propuesta escenográfica. Los actores saltan a un escenario desnudo, y la escenografía se va construyendo conforme avanza la representación. «La esencia del teatro es más de actitud que de medios. No se necesitan grandes despliegues», aduce el protagonista del aplaudido monólogo Terra Baixa.

Lo que sí ha necesitado este montaje, según Joan Carreras, ha sido un elenco «cohesionado» y una buena «dinámica de grupo». Albertí destaca el carácter «auténticamente político» del texto porque «problematiza con extrema  lucidez una de las claves más candentes de nuestra sociedad: la verosimilitud. La capacidad de parecer real, sin que importe si lo es o no, lo que afecta la esencia de nuestra vida pública y política».