MÚSICA
80 años llenos de swing
El maestro Francesc Burrull revivió en Jamboree sus complicidades con pianistas como Manel Camp y Ricard Miralles, y con las voces de Maria del Mar Bonet, Joan Isaac y Laura Simó
El jazz y la canción transitan circuitos separados, pese a que algunas figuras han hecho lo posible para tender puentes. Francesc Burrull es de los que creen que música solo hay una, sea cual sea su estética. Dice que no le gustan los metrónomos porque no tienen swing, y de eso, de ritmo y alma, hubo en abundancia el martes en Jamboree, donde compartió con sus amigos tres horas largas de complicidades en honor a su 80º cumpleaños, que celebró el 18 de octubre.
Una primera parte de jazz y otra de cançó, aunque ambos imaginarios se cruzaron una y otra vez. Burrull podría haberse limitado a contemplar el espectáculo, pero pilotó desde el principio la sesión, presentada por Pere Pons, director artístico de la sala. Despiertos diálogos con Miguel Ángel Cordero (contrabajo) y Josep Martí, Pinyo (batería), ya fuera sentado al piano o al teclado electrónico, aliado con su antiguo alumno Iñaki Sandoval («ahora debería ir yo a sus clases», ironizó) o con Elisabet Raspall, que le dedicó un sentido I love you.
Cita de gigantes
Manel Camp se le unió en Les feuilles mortes e interpretó una delicada pieza sin título inspirada en su figura, y Ricard Miralles se puso melancólico en Jamboree, de Salvador Font, Mantequilla. El clímax de la primera parte lo puso el tándem con el contrabajo de Horacio Fumero y al saxo de Josep Maria Farràs en Lullaby birdland.
Luego vino el Burrull de la cançó, el director musical de Concèntric en los 60, el cómplice de los jóvenes Serrat, Llach, Motta... La transición vino de la mano de Maria del Mar Bonet en las bluesies Jim y Lover man, que la mallorquina interpretó con toda la sutileza y nocturnidad. Joan Isaac sacó brillo a ese formato de voz y piano en Estació de França, que le condujo a unas emotivas Vuelvo al sur, de Piazzolla, y Gente humilde, de Buarque y De Moraes. Ahí se sumó Laura Simó, aunque su momento de esplendor llegó más adelante, y no lo tuvo fácil puesto que Dolores Mar la precedió con una imperativa exhibición de chanson (Que reste-t-il de nos amours, de Trenet) y swing (I'm in the mood for love) con el saxo de Gaby Ardèvol. Simó se subió al carro del jazz y guardó para el final las cartas precisas para consumar la conquista de la sala: tres clásicos de Serrat, Mediterráneo, Cantares y Paraules d'amor; canciones totales descifradas junto al piano de Burrull a la jazzística manera. Unir ambos mundos quizá no costaba tanto.
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