El lado disparatado de los 80
Los Toreros Muertos, con Pablo Carbonell, desataron el delirio en Luz de Gas
Ala pregunta de «papá, ¿qué fueron los años 80?», una respuesta expeditiva, quizá un poco traumática, es llevar a la criatura a un concierto de Los Toreros Muertos y contemplar como el público de una sala como Luz de Gas, cuadrillas de tipos de 45 años, o 50, hacen el ganso canturreando versos como «Pilar no tiene bicicleta / pero tiene un buen par de tetas / que nos las enseñe / ¡que nos las enseñeee!» y dando botes mientras el cantante se mueve como un saco de patatas embutido en un pijama de rayas y con la cara maquillada. Sí, algo parecido a eso fueron los años 80.
O, al menos, el pop español que creció al calor de la movida madrileña, tan necesitado de frivolidad como respuesta a los cantautores concienciados y el rock más pretencioso. Producto tardío de aquella escena, Los Toreros Muertos le pusieron ingenio a su misión, como recuerda, sobre todo, un primer disco, 30 Años de éxitos (1986), que el viernes repasaron casi íntegramente, junto a otras canciones de su repertorio. «Gracias por estar aquí todavía, 24 años después», saludó Pablo Carbonell, que salió vestido de escolar, en pantalón corto, y que luego se colocó un casco de espejos, un sombrero de almirante, un frac... Autoparódico, torpe, fondón, cantando con sus gestos histriónicos, emulando los espasmos de David Byrne (On the desk) y los cánticos infantiles de patio de escuela (Manolito), Carbonell nos revolvió por dentro aún más que hace tres décadas, porque hay algo todavía más decadente que la tragicomedia: el revival de la tragicomedia.
ALTA VELOCIDAD / Como ese factor grotesco forma parte de su esencia, siendo ahora mayor, y tocando mejor que en los 80, su actuación no fue en absoluto decepcionante. Carbonell, Guillermo Piccolini y Many Moure (más dos adjuntos a la guitarra y la batería) asaltaron su repertorio con abundante energía, ventilando 20 canciones en hora y cuarto. Ramones style. Momentos de deleite en la costumbrista Hoy es domingo, el toque latino con alma Talking Heads de Soy un animal, y el desenfreno etílico de Twist'as loca y Bares, bares.
Cuando llegó el turno de aquella estrofa, «Y creo que he bebido más de cuarenta cervezas hoy...», cantada toda ella por el público, corrió Mi agüita amarilla con todo su delirio, en honor a las juergas vividas y que no volverán, camino de un tramo final con Yo no me llamo Javier, Para ti, DNI y Bum bum 1789. Sí, así fueron los 80. Al menos, para Los Toreros Muertos.
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