La maqueta perdida de Barcelona

UN MUSEO POCO CONOCIDO El Musée des Plans-reliefs de los Inválidos pasa bastante desapercibido en el pletórico mapa cultural de París. Pero conserva algunas joyas.  1. La maqueta de la ciudadela de Roses en 1697 que se conserva en los almacenes.

UN MUSEO POCO CONOCIDO El Musée des Plans-reliefs de los Inválidos pasa bastante desapercibido en el pletórico mapa cultural de París. Pero conserva algunas joyas. 1. La maqueta de la ciudadela de Roses en 1697 que se conserva en los almacenes.

ERNEST ALÓS
PARÍS

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En una escena de Victus, la novela de Albert Sánchez Piñol sobre el sitio de Barcelona de 1714, el aprendiz de ingeniero militar Martín Zubiria descubre, con los ojos vendados y palpándola con los dedos, una maqueta de Barcelona en la colección que atesora el mariscal Vauban en su castillo de Bazoches. Una reproducción fidedigna para estudiar con detalle los puntos débiles de las fortificaciones de la ciudad. Pues bien, una maqueta como esta existió realmente, y estuvo en las manos del mismo Rey Sol y de su gran ingeniero militar, el mariscal Sébastien Le Preste de Vauban. Es más, esa colección que encargó Luis XIV, con las maquetas de 144 fortificaciones de las fronteras de su reino, aún existe, tiene una historia apasionante y  parte de ella puede visitarse en el poco conocido Museé des Plans-Reliefs de París, en los Inválidos. Pero, ay, en la lista de maquetas que cuelga en el museo constan como desaparecidas las de Barcelona, Girona y Maó (pero no la de Roses, ni las de Perpinyà, Mont-Lluís o Vilafranca de Conflent). Sin embargo, alguna cosa podemos saber aún de este testimonio de los periodos en que las ciudades catalanas llegaron a ser consideradas una posesión más de Francia y expuestas como trofeo en el Louvre.

El visitante del monumental Musée de l'Armée de París puede pasar perfectamente sin caer en la cuenta de la existencia de una sección, alojada en las buhardillas de los Inválidos, dedicada a los Plans-Reliefs. Bien mirado, poco interés parece que puede ofrecer una colección de maquetas, aparte de para los locos de los soldados de plomo y las miniaturas, al lado de los espacios dedicados a las dos guerras mundiales (no busquen ninguna referencia a los españoles en la resistencia francesa; al parecer De Gaulle ganó la guerra él solito), o del ala dedicada a Napoleón, con piezas tan golosas como el uniforme talla XS del joven general Bonaparte en la batalla de Marengo (cinturilla de avispa tenía, antes de que el poder absoluto le hiciera engordar absolutamente), el capote gris del emperador exiliado en Santa Elena, su catre de campaña o Vizir, su caballo turco disecado, aún con la N marcada en la grupa.

Pero es que no se trata de unas maquetas cualquiera. Es la misma colección construida por encargo del Rey Sol en 1668. Las mismas maquetas, más de un centenar, algunas de más de 100 metros cuadrados, construidas con madera, cartón, papel, seda y arena y con más de tres siglos de historia, entre las que Luis XIV se paseaba en sus ratos libres para disfrutar de una visión de sus dominios. Para manejar el mundo como si fuese un juguete, como el Gran Dictador de Chaplin. Pero también para planificar, con sus generales, las obras de mejora de las fortificaciones, las medidas de defensa necesarios y los sitios a emprender para recuperarlas si llegaba el caso.

En su castillo de Bazoches, Vauban tenía también un ala reservada para sus ingenieros, y allí contaba con sus propios planos y modelos. Allí sitúa Sánchez Piñol la escena de su Zubiria palpando los muros de Barcelona, ya que en sus memorias Vauban habla de estas maquetas. Sánchez Piñol confiesa que dejó ir un poco la imaginación, pero acabó acertando más incluso de lo que creía. «Hay un relieve de Namur en las Tullerías; os haría tocar con los dedos y con la vista todos los defectos de esta plaza», escribió Vauban al ministro de la guerra de Luis XIV,

Louvois. Fue precisamente Louvois quien puso en marcha la colección en 1668, y Vauban quien puso orden en ella. En 1700 Luis XIV decidió instalarla en el Louvre: toda la actual Grand Galerie de punta a punta llena de maquetas, con guardias vigilando este secreto de Estado que solo podían consultar el rey y su estado mayor. Hasta que en 1777, cuando se instala en el Louvre la colección de pintura real, las maquetas son trasladadas a los graneros de los Inválidos, se incorporaron nuevas maquetas encargadas por Napoleón y aún se exhiben hoy.

FORTIFICACIONES PIRENAICAS / Por supuesto, en la colección figuran de forma destacada las fortificaciones de los Pirineos que reformó Vauban tras la incorporación del Rosellón a Francia. Perpinyà, Vilafranca de Conflent (ambas enormes; recogían todo el entorno geográfico y la escala de todas ellas era de un pie por cada 100 toesas, es decir, 1:600), Mont-Lluís... Durante la breve ocupación francesa de Catalunya de 1697 se añade la maqueta de Girona, que desaparece en 1777. «Es posible que se destruyese en el momento del traslado de la colección del Louvre a los Inválidos», opina Isabelle Warmoes, responsable de investigación del museo.

Durante el breve periodo en que Francia se hizo con la isla de Menorca (1756-1763) los ingenieros reales también construyeron sus maquetas de la nueva adquisición. En 1757, del fuerte de San Felipe, en Maó. Y en 1760, de las galerías subterráneas que recorren su subsuelo. «Fueron destruidas en 1927. Estaban en mal estado y se consideró que eran irrecuperables », precisa la investigadora. «Es importante recordar que en esa fecha la colección dependía aún del Ministerio de Defensa. Los plans-reliefs eran aún considerados simples objetos de cartografía militar y, siendo ya inútiles desde un punto de vista militar, algunos fueron destruidos en ese periodo, lo que llevó a la clasificación de la colección como monumento histórico en 1927 para asegurar su conservación».

LOS SITIOS DE ZARAGOZA / Las que sí se conservan en el museo, aunque en el almacén, son la maqueta de la ciudadela de Roses, de 1697 como la de Girona, y una realizada a partir de notas del natural, en 1810, del sitio de Zaragoza. ¡Con objetivos pedagógicos! Y es que la colección sirvió para enseñar a generaciones de ingenieros militares franceses el arte del ataque y defensa de las plazas fortificadas, el sistema teorizado por Vauban y aplicado en Barcelona por su discípulo Verboom, el constructor de la Ciutadella.

Isabelle Warmoes confiesa que el museo tiene pocos datos sobre las maquetas desaparecidas de ciudades españolas. «El plan-relief de Barcelona desaparece de los inventarios de la colección después de 1811. No se conoce la fecha de su construcción», explica. Teniendo en cuenta que las maquetas no eran materiales que se construían para planificar la conquista de fortificaciones enemigas sino planos de las propias para defenderlas o reconquistarlas, hay más de un momento en que pudo ser construida. Porque el de 1714 no fue el único sitio de Barcelona, ni muchísimo menos. En 1697 Vendôme arrebata la ciudad a los españoles, aunque Francia la devuelve ese mismo año. Puede ser el momento en que se hizo la maqueta: tomemos medidas, que un día de estos seguro que volvemos por aquí. Efectivamente, aunque no comparecieron en los sitios de 1704 y 1705, las tropas del rey de Francia sí intentaron tomar Barcelona en 1706 (fracasaron) y en 1714 (con los resultados ya conocidos). Y las tropas napoleónicas aún se hicieron con las fortificaciones de la ciudad en febrero de 1808, sin pegar un tiro, y las defendieron por última vez frente a los españoles ese mismo año.

Poco después, en plenas guerras napoleónicas y con Catalunya anexionada al imperio y convertida en cinco departamentos franceses, desaparece la maqueta. Quizá era obsoleta y ya no recogía la situación real de las fortificaciones. O quizá la de Barcelona quedó desgastada por exceso de uso.