Los orígenes del universo fantástico de la Tierra Media

Tolkien en la trinchera

Tropas exhaustas en una trinchera enemiga capturada en Ovillers,durante la batalla del Somme, en 1916, tal como lo conoció Tolkien.

Tropas exhaustas en una trinchera enemiga capturada en Ovillers,durante la batalla del Somme, en 1916, tal como lo conoció Tolkien.

ANNA ABELLA
BARCELONA

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Para J. R. R. Tolkien, el estallido de la primera guerra mundial fue «una fuerte bofetada, el colapso» de todo su mundo; abandonar Inglaterra rumbo a Francia, con 22 años, armado con una máscara antigas, un casco de acero y un fusil, sabiendo que los oficiales subalternos, como él, eran «exterminados (12 por minuto)», y dejando atrás a su esposa, Edith, fue «como morir». Él sobrevivió pero, como escribiría en el prefacio a la segunda edición de El señor de los anillos: «En 1918 todos mis amigos más cercanos excepto uno estaban muertos». De profundizar en esos años y en la influencia y el papel esencial que tuvo en la construcción de su mitología de la Tierra Media la vida en las trincheras, que él calificó de «horror animal», se ha encargado el periodista y escritor John Garth en Tolkien y la Gran Guerra. El origen de la Tierra Media (Minotauro).

«El profundo y estúpido desperdicio de la guerra, no solo material sino también moral y espiritual, resulta escalofriante para los que tienen que soportarlo», afirmó el autor de El hobbit, parco en hablar del tema fuera del ámbito privado. «Su forma de pasar página, su respuesta tras ver la fragilidad de la existencia en las trincheras, fue artística -opina el experto tolkeniólogo y profesor de la Universidad de Granada Eduardo Segura, traductor del libro de Garth-. Su experiencia y su visión de la guerra está en sus libros, en la manera de enfocar la tensión del ser humano entre la muerte y el deseo de inmortalidad, algo que atraviesa su obra de principio a fin. No se acerca a ello desde una perspectiva realista sino desde su propio concepto de fantasía. Es un artista que se desdobla a través de su arte y su mitología y los convierte en escenario de esos recuerdos, del dolor, las pérdidas, la separación...».

Tolkien, «terriblemente pobre» y sin padres en los que apoyarse (murieron siendo niño), esperó para alistarse a graduarse cum laude en Filología, en 1915, en Oxford, donde llegó becado, pues necesitaba los estudios para hallar trabajo para vivir y casarse. Garth indaga -tras cinco años de investigación en cartas, documentos y hojas de servicio del Ejército- en su tarea como oficial del 11º batallón de los Fusileros de Lancashire en la batalla del Somme, a la que llegó 14 días después de la primera ofensiva, en julio de 1916. Allí, en Ovillers, el soldado

Tolkien vio, «anunciados por su hedor, encorvados o postrados en postura amenazante o agarrados al alambre hasta que una puñalada de claridad los había delatado, los muertos hinchados y putrefactos», escenas de las que serían deudoras las Ciénagas de los Muertos, en las cercanías de Mordor, feudo del Señor Oscuro de El señor de los anillos.

FIEBRE PROVIDENCIAL / Cuatro meses después Tolkien contrajo la fiebre de las trincheras, transmitida por piojos, algo que probablemente le salvó la vida ya que estuvo meses convaleciente y no dejó de recaer hasta el fin de la guerra, con lo que evitó volver al frente. Lo trasladaron al hospital de Birmingham. Allí empezó su primera incursión en prosa en la Tierra Media con el relato La caída de Gondolin, de El libro de los cuentos perdidos, predecesor de El Silmarillion, y según Garth, «una explosión creativa que estableció los parámetros morales de su mundo».

Es una «oscura y compleja historia de una antigua civilización sitiada por atacantes de pesadilla, mitad máquina, mitad monstruo», comandados por el señor oscuro

Melko (luego Morgoth). De él reconoció Tolkien a su hijo Christopher, cuando este combatía en la segunda guerra mundial: «Percibo en todos tus dolores (...) el deseo de expresar tu sentir sobre el bien, el mal, lo justo o lo impío de alguna forma: racionalizarlo e impedir que simplemente se pudra. En mi caso engendró a Morgoth y la historia de los gnomos». Aunque Tolkien recordaba haber escrito partes de su mitología «metido en las trincheras, bajo el fuego de la artillería enemiga», también afirmó que allí, «agazapado entre moscas y otras inmundicias», solo podía «garabatear algo en el dorso de un sobre» y metérselo en el bolsillo.

«Como muchos de su generación que sobrevivieron a la guerra -apunta Segura- Tolkien siente que debe aprovechar cada día como un regalo pues se le ha dado un tiempo extra. Era tan visionario como Verne, Picasso o Bach, que atisbaron nuevos mundos enraizados en este. Él creó idiomas que revelaban nuevas mentalidades según el origen del personaje, una cosmovisión que dejaba atrás el antiguo mundo que la primera guerra mundial había aniquilado».

«La caída de Gondolin -añade- muestra que el talón de Aquiles del mal es precisamente que se cree superior. Para el Señor Oscuro, cuya única ambición es el poder, es impensable que alguien quiera destruir el anillo».