Martin Scorsese: "Soy un anciano de 71 años igual de neurótico y apasionado que siempre"

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lmmarcoleonardo dicaprio left and martin scorsese arriv140122183102 / John Shearer

NANDO SALVÀ

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Para muchos cineastas, envejecer aporta tranquilidad y serenidad y, en otras palabras, la excusa perfecta para dormirse en los laureles. Con 71 años confortablemente llevados y dos docenas de películas a sus espaldas –y no películas cualesquiera: 'Taxi driver' (1976), 'Toro salvaje' (1980), 'Uno de los nuestros' (1990) y 'Casino' (1995) entre ellas–, el más respetado de los directores americanos vivos sigue dejando claro que él no tiene sueño. Para Martin Scorsese cada nueva película es una nueva ocasión para derrochar la misma energía nerviosa y los mismos borbotones de adrenalina que en 'Malas calles' (1973) le sirvieron para redefinir el cine de gánsteres.

Desde entonces, el director ha visitado con regularidad los bajos fondos, y ahora ha puesto la mirada en los agentes de bolsa y los banqueros para recordarnos que no hay mucha diferencia. 'El lobo de Wall Street' es la historia de Jordan Belfort (Leonardo DiCaprio), un tipo tan podrido que hace parecer un angelito al Henry Hill de 'Uno de los nuestros'. La película, con cinco nominaciones a los Oscar, incluida película, director y actor principal, recrea los excesos de aquel infame 'broker' y su pandilla de secuaces, que durante los años 90 se hicieron de oro estafando a miles de inversores, y en el proceso dieron rienda suelta a su insaciable deseo sexual, su dependencia de las drogas y su querencia general a lo corrupto. De ella y de muchas otras cosas –su infancia, su vocación religiosa, el futuro del cine– nos habló durante el pasado Festival de Marrakech, cuyo jurado presidió. Y lo hizo con ese inconfundible estilo conversacional afable, apasionado y atropellado, tan solo ligeramente menos maniaco y más paciente que en el pasado, que tan bien lo caracteriza.

¿Qué le atrajo de la historia de Jordan Belfort?

Que ese estilo de vida hedonista al que se entregó durante sus años en Wall Street, esa compulsión ante todos los caprichos carnales y esa obsesión con la codicia son un reflejo de todo lo que está mal en la sociedad actual. He querido echar una mirada a quiénes somos. Y no me refiero a quiénes somos los americanos. Belfort representa algo que está enquistado en la naturaleza humana en su conjunto. Aunque me temo que la película será incomprendida, al menos por algunos.

¿Por qué?

Porque no quise tanto mostrar la codicia como sumergirme en ella, ser parte de la codicia y de la exaltación de la codicia, y de la destrucción que provoca. Quizá habrá quien piense que estoy celebrando ese comportamiento, y obviamente lo condeno. Que la gente se rija simplemente por la búsqueda de la felicidad a cualquier coste moral me parece terrible. Este no es el mundo en el que yo crecí.

¿Añora ese mundo?

No es tan sencillo. Yo nací en 1942, y la América de los 50 era un lugar más inocente. También más reprimido culturalmente, claro. En las escuelas no se nos enseñaba gran cosa sobre determinados aspectos de la historia, pero no recuerdo que jamás me enseñaran que mi país fue creado solo para que unos cuantos pudieran hacerse ricos. Pero eso es lo que parece actualmente.

Pero la codicia ya existía entonces.

Cierto, pero algo ha cambiado. Yo crecí en Bowery, una zona de Nueva York realmente peligrosa, al menos en mis tiempos. Era como vivir en un poblado medieval justo en el epicentro de América. Estaba rodeado de vagabundos, borrachos y locos, y esa gente recibía ayuda, se les proporcionaban alimentos. Creo que un país demuestra su categoría en su manera de ocuparse de los pobres, y actualmente nadie se ocupa de ellos. La gente joven ni siquiera tiene en cuenta que esas personas existen, y por tanto son incapaces de empatizar con ellos. Es aterrador.

¿Perdió usted la fe en la América de Obama? ¿La tuvo alguna vez?

Aún tengo fe. El 'Obamacare' podría dar resultado, a pesar de que los republicanos se empeñen en sabotearlo. ¿Cuál es el problema? ¿Que los ordenadores no funcionan? ¡Pues que se arreglen los ordenadores! No se puede vivir en un país tan grande y no cuidar de quienes enferman.

Estaba usted hablando de su infancia en Bowery. ¿Cómo nació en ese contexto su amor por el cine?

Yo era un niño muy débil y retraído por culpa del asma. No podía correr, no podía reír. Me sentía solo. Inicialmente encontré cierta paz en la iglesia de San Marcos. Me protegía de las calles, que eran sórdidas y trágicas. Robert de Niro es la única persona que sabe de dónde vengo, entiende ese mundo. Él también estaba ahí, aunque no era su mundo porque sus padres eran artistas e intelectuales. Ese mundo ya no existe, pero todavía lo llevo en mi corazón. Ese mundo es lo que yo soy. Como digo, llegué a desarrollar verdadera vocación religiosa. Y paralelamente descubrí el cine del barrio. Te sentabas frente a la pantalla y de repente eras transportado al lejano Oeste. Desde entonces estoy obsesionado con las películas.

Su carrera se ha construido sobre personajes destrozados por la culpa que buscan redimir sus pecados. ¿Tiene que ver con esa temprana vocación religiosa?

Claramente. Mi destino era acabar convertido en sacerdote, pero no fui capaz y eso me provocó unos sentimientos de culpa tremendos. En ese sentido me identifico con mis personajes. Cuando ves a Jack LaMotta en 'Toro salvaje' (1980) mirándose al espejo y no sentir demasiado odio, eso es algo que me gustaría lograr. Aunque no estoy seguro de poder hacerlo. Prefiero no mirarme muy a menudo, por si acaso.

¿Qué es lo más valioso que ha aprendido de la profesión?

Que más te vale estar muy decidido a hacer una película, porque hacerla va a tener un precio muy alto. Tienes que estar un poco loco, creo. Mientras haces cine, todo lo demás queda excluido de tu vida, y eso es peligroso. Además, para mantener el deseo de hacer películas tienes que trabajar duro, porque todo parece diseñado para hacerte perder ese deseo.

¿Diseñado por quién?

Así son las cosas, y punto. No se trata de una batalla entre buenos y malos, sino de lo que los ejecutivos de los estudios necesitan, por un lado, y lo que el artista quiere hacer, por otro. El mercado ha cambiado y yo ya no sé si soy capaz de hacer el tipo de cine que el mercado necesita.

¿Por qué?

Porque no pienso en términos comerciales, no se me da bien. En el pasado he dirigido algunos espots publicitarios, y estoy casi seguro de que no ayudaron a vender nada. Todo lo que sé es que el cine que conozco, el cine con el que crecí y que adoro, ya no parece ser relevante. Me siento muy orgulloso de poder haber seguido haciendo películas en estos últimos años, porque me siento una reliquia.

¿Y si le ofrecieran rodar una película de superhéroes?

No, gracias. Tengo muchas películas personales que hacer y cada vez menos tiempo. Soy un anciano de 71 años, aunque igual de neurótico y apasionado que siempre. Cuando eres más joven puedes probar cosas distintas. Pero ahora cada película tiene que ser relevante. Solo voy a hacer películas en las que creo.

¿Cuánto le importan los premios a estas alturas?

Rodé mi primera película, 'Malas calles', en 1973, y no obtuve el Oscar hasta 2007, gracias a 'Infiltrados'. Es mucho tiempo sin ser reconocido. Aprendí a no pensar en ello. Por supuesto, ganar el Oscar es algo bueno: a mí me llegó en un buen momento en mi vida por razones personales, familiares.Y me ayudó a conseguir financiación para un par de películas más. Lo único que me obsesiona es seguir siendo capaz de hacer películas.

¿Seguirá colaborando con Leonardo DiCaprio?

‘El lobo de Wall Street’ es la quinta película que ruedan juntos. Espero que sí. Yo no soy capaz de trabajar con actores, no sé cómo dirigirlos, así que necesito asociarme con almas gemelas, gente que me entienda sin necesidad de pedirme explicaciones. Leo es una de esas personas. Pese a que somos de generaciones distintas y crecimos en contextos diferentes, compartimos una misma sensibilidad. Encontrar a alguien en esta última parte de mi vida con quien puedo colaborar me hace sentir más joven, ha renovado mi entusiasmo por hacer películas.

¿Cuáles son sus sentimientos acerca del futuro del cine?

El cine actual ya no tiene nada que ver con el cine del siglo XX. Ya no sé si es cine siquiera, aunque así sigamos llamándolo, porque ahora las películas se ven sobre todo en pantallas cada vez más pequeñas. Tal vez la palabra solo deba aplicarse a los primeros 100 años que transcurrieron desde que los hermanos Lumière estrenaron su primera película. No digo que lo que está pasando ahora sea malo, pero sí digo que nadie debería ver 2001: una odisea en el espacio en un iPad. En los próximos 20 años un nuevo lenguaje será desarrollado, y quizá sea utilizado de forma constructiva. Eso espero.

Además de dirigir, usted lleva años dedicado a la preservación y restauración de películas en estado de deterioro. En un mundo de pantallas pequeñas, ¿no se siente como un Quijote?

Sí, pero alguien tiene que hacerlo. Preservar las películas ayudará a las generaciones futuras no solo a verlas tal y como deberían ser vistas, sino a entender mejor los valores que forjaron nuestra época. Los arqueólogos han hecho muchos descubrimientos mediante el estudio de la basura de civilizaciones anteriores, las cosas que consideramos prescindibles. Si dejamos de poner en contacto a nuestros hijos con las películas del pasado, estamos poniendo en peligro nuestro legado cultural. La gente joven solo sabrá de películas de animación y de blockbusters, la comida rápida del cine.

¿Cómo le suena eso?

Suena terrible. Todo se mueve demasiado rápido. A veces miro a mis hijos y pienso: “¿Por qué no paráis un poco? Parad y relajaos”. El mundo no se va a ir a ninguna parte, no hay tanta prisa. Los jóvenes necesitan comprender que no todas las imágenes están ahí para ser consumidas e inmediatamente olvidadas. Tenemos que educarlos para que vean la diferencia entre las películas que fomentan la inteligencia, y las que simplemente tratan de vender algo. Yo a veces veo una película antigua solo para poder observar cómo eran las calles en el pasado. Quiero ver el rojo de los autobuses y acercarme a la gente de entonces. El problema es que ahora todos los colores, las calles, los paisajes, todo eso puede ser creado por ordenador, y cada vez todo es más falso.

¿Qué relación tiene usted con la tecnología?

Apenas sé utilizar mi móvil. Tengo un iPad y sé hacer búsquedas sencillas en Google, pero no quiero saber nada de los mails. Prefiero pasar tiempo con mi familia o ver películas que contestar mails. Cuando te haces viejo, el tiempo se hace más preciado.

Señor Scorsese, ¿qué distingue las grandes películas de las pequeñas?

Diría que una película es realmente grande si significa algo para la gente durante mucho tiempo. Si la ves a los 10 años y te conmueve, y luego las ves a los 25 y compruebas que es una película distinta pero igualmente conmovedora, y luego la ves a los 40 y te das cuenta de que la película ha vuelto a cambiar, y lo mismo a los 60.

Entre sus propias películas, ¿cuál diría usted que es la más grande?

No hay manera de saber todavía si alguna lo es. ¿Se acordará alguien de 'Taxi driver' o de 'Toro salvaje' en el futuro? ¿Y de 'El lobo de Wall Street'? Pregúntemelo dentro de 50 años.