Arctic Monkeys maduros

Alex Turner, durante su actuación anoche en el Palau Olímpic de Badalona.

Alex Turner, durante su actuación anoche en el Palau Olímpic de Badalona.

JORDI BIANCIOTTO / Badalona

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La angustia adolescente, los estribillos nerviosos y las guitarras frenéticas que caracterizaron a Arctic Monkeys en sus inicios han evolucionado hacia un rock multipista, abierto a ideas audaces, que combina la frescura pop con los ritmos gruesos y las exploraciones con la música negra. Unos Arctic Monkeys crecidos en todos los aspectos que, anoche, lucieron esa inventiva en desarrollo en una sala inédita para ellos, un Palau Olímpic de Badalona cuyas localidades, unas 11.000, estaban agotadas desde hacía semanas.

Si en sus primeras visitas las crónicas ponían su acento en la juventud del grupo, cuyos miembros apenas alcanzaban la veintena cuando debutó en Barcelona (Razzmatazz), hace casi ocho años, ahora, estos Artic Monkeys comienzan a tener aspecto de banda asentada y consciente de su poder. No tienen miedo a los cambios, ni musicales ni estéticos: Alex Turner lució ayer tupé y americana, una imagen adulta, entre Roy Orbison y Richard Hawley, que contrasta con el estilo mod o neogrunge de no hace tanto tiempo. Y si en los últimos tiempos ya mostraban movimientos en dirección al stoner-rock, con rugosas texturas de guitarra y ritmos pesados (en complicidad con Josh Homme, de Queens of the Stone Age), el nuevo disco, AM, que centró el repertorio de anoche, extiende sus articulaciones hacia esos sonidos vigorosos y formula atrevidos acercamientos al r'n'b.

AROMA A BLACK SABBATH / El ritmo espaciado, de procesión, de Do I wanna know abrió la noche (tras la actuación de los irlandeses The Stryper), con un Turner arropado por unos inquietantes coros en falsete que regresaron en otras canciones, como la imaginativa One for the road, una pieza edificada sobre una base rítmica propia del hip-hop. «És molt gran tornar a Barcelona!», saludó el cantante en catalán de Sheffield. A estos Arctic Monkeys les encanta jugar y desmontar las piezas de las canciones, y no tienen manías en reconocer sus fuentes de inspiración. En otros tiempos, que un grupo de patrón pos-punk declarara la influencia de un dinosaurio como Black Sabbath podría haber sido motivo de linchamiento popular, pero, en Badalona, una de las nuevas canciones, la arisca Arabella, selló su cercanía al sonido setentero de Ozzy Osbourne y compañía incluyendo, en su tramo final, un fragmento de War pigs, clásico del álbum Paranoid (1970).

Ritmos corpulentos y también rescates de algunos de sus hitos impetuosos, como las célebres Brainstorm (acompañada de poéticos estruedos eléctricos) y I bet you look good on the dancefloor, que Turner presentó dirigiéndose a la clientela femenina. «Com estan les noies? This one is for you!». Pero no fue la mejor noche para disfrutar del cancionero de sus primeros tiempos. AM sonó casi entero, y el segundo disco más citado fue el anterior, Suck it and see, con piezas de extremos: del clima árido de Don't sit down 'cause I've moved your chair a la luminosidad melódica de Reckless serenade, que mostró mayor grosor guitarrístico con la ayuda del invitado de la gira, Bill Ryder-Jones, excomponente de The Coral.

Las canciones más sorprendentes fueron las que formulan acercamientos al r'n'b moderno, como la muy resultona Why'd you only call me when you're high, que puso al público en posición de baile, y R U mine?, cierre de los conciertos de esta gira, que propone un atrevidísimo cruce de los riffs ariscos de Tony Iommi (sí, Sabbath de nuevo) y, como confesaba ayer el grupo a este diario, los ritmos y coros de Destiny's Child. Una operación quirúrgica atrevida que dibuja insospechadas posibilidades.

CLÁSICOS PREMATUROS / Aunque el nuevo material les muestre en movimiento, conviene reconocer que a Arctic Monkeys ya les afecta el síndrome de banda veterana: las piezas de los primeros discos fueron las que incendiaron la pista. Teddy picker o Fluorescent adolescent, más expeditivas que ese Cornerstone con guitarra acústica, que condujo a un amable Piledriver waltz. Pero apostaron fuerte y confiaron en el material nuevo para alimentar la recta final (la ceremoniosa I wanna be yours), que incluyó una semiacústica Mardy bum.

Despierto momento creativo y un público que sigue aumentando de tamaño pese a los pasos de riesgo (el de anoche fue su récord de convocatoria en Barcelona). A veces, la inquietud artística tiene premio.