ALGO MÁS QUE UN MAESTRO DE LA CIENCIA FICCIÓN

Palabra de J. G. Ballard

Un libro de entrevistas retrata al autor de 'Crash' y 'El imperio del sol'

El escritor británico J. G. Ballard, en su domicilio de Shepperton.

El escritor británico J. G. Ballard, en su domicilio de Shepperton.

ELENA HEVIA / BARCELONA

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El escritor británicoJ. G. Ballard falleció en el 2009, tan solo un año después de que se desatara la crisis económica que ha trastocado nuestra manera de ver el mundo. Y a la vista del volumen deentrevistas, 'J. G. Ballard. Para unaautopsia de lavida cotidiana' (Caja Negra) impresiona comprobar cómo su sesgada mirada ilumina todavía hoy estos tiempos 'ballardianos'. Y es que como en su día ocurrió con Kafka, el apellido del autor ha dado origen en inglés a un adjetivo capaz de reflejar una época marcada por la extrañeza, la deshumanización y el aislamiento del individuo frente al desarrollo tecnológico. Decir que Ballard fue uno de los grandes maestros de la ciencia ficción es demasiado simple, ya que más que el futuro, que consideraba «muerto», le interesaban las infinitas posibilidades de un presente que supo diseccionar en busca de lo insólito, lo incómodo y lo morboso, animado siempre por un sentimiento profundamente moral.

El libro recoge cuatro conversaciones -una de ellas, apenas un breve pero muy revelador cuestionario-inéditas en castellano, y por sí solas rebaten la idea preconcebida de que Ballard era un misántropo solitario. Lejos de eso, ahí se muestra como un excelente conversador a quien le gusta analizar en profundidad cualquier detalle de la vida sociopolítica que él -que estudió Medicina y se dejó fascinar por las autopsias- supo transformar en síntomas de una enfermedad global.

El escritor, nacido en Shanghái en 1930, sufrió en su infancia la invasión japonesa en la por entonces colonia y de regreso a la metrópoli pasó los últimos 50 años de su vida como un aparente buen burgués en Shepperton, a las afueras de Londres. Allí, en una de las primeras entrevistas que concedió a principios de los 80, cuando era un oscuro autor de culto para unos pocos seguidores de la ciencia ficción, un periodista le llamó «el profeta de los suburbios». La etiqueta hizo fortuna y se recordaría unos años más tarde cuando la versión cinematográfica que Spielberg hizo de su autobiografía novelada, 'El imperio del sol', le dio fama y propició el reconocimiento de la cultura oficial. Ballard apenas se movió de Shepperton, pero accedió a atender a todo periodista que se pasara por su casa, aunque no confiase demasiado en las bondades de un género cargado de narcisismo que tachó de «parloteo confesional».

CONTRACULTURA Y CRISIS / Las entrevistas del libro, realizadas en los 80, con una Europa sumida igual que ahora en una importante crisis económica, fueron recogidas en su momento por la revista contracultural norteamericana 'Re / Search' que interesada por la cultura punk se había ocupado del pensamiento de William Burroughs. Y Burroughs era Dios para Ballard, que lo consideraba «el más grande escritor norteamericano desde la segunda guerra mundial». El británico repasa filias

-David Lynch, Salvador Dalí, David Cronenberg, alma gemela que adaptó su controvertida novela 'Crash'-y analiza fobias. En 1984, su visión del futuro -es decir, del presente- le hacía pensar en los inmaculados e inquietantes suburbios que poblaron muchas de sus novelas y que en España cristalizarían en experiencias como las de Marina d'Or: «Un paraíso del consumo, sin una hoja fuera de su sitio... Resulta algo extraño y escalofriante: en apariencia todo el mundo aspira a vivir del mismo modo en todas partes».

Con un inequívoco eco profético habló así de la revolución informática entonces en mantillas: «Necesito conocer cada detalle, tener información sobre todas las cosas. Quiero saber qué es lo que desayuna Charles Manson, absolutamente todo... Lo paradójico es que tenemos ese formidable flujo de comunicaciones: satélites, televisión por clave, video y todo lo demás, y sin embargo cada vez se transmite menos información».