EL PASADO Y EL PRESENTE DE UN MAR

Viajeros por el Mediterráneo

El historiador británico David Abulafia resume la historia de quienes surcaron las aguas del 'Mare Nostrum', de la prehistoria al turismo moderno, en su monumental libro 'El gran mar'

XAVIER MORET
BARCELONA

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Que el Mediterráneo es un mar con mucha historia, lo sabíamos desde hace tiempo; y también que la obra del historiador francés Fernand Braudel (1902-1985) El Mediterráneo era una referencia obligada. Llega ahora, sin embargo, El gran mar (Editorial Crítica), un libro de 800 páginas en el que el historiador británico David Abulafia presenta un nuevo enfoque, centrado más en el mismo mar que en los territorios que lo rodean, en el largo periodo que va desde el Paleolítico hasta el turismo de masas, es decir, hasta ahora mismo.

El árbol genealógico de Abulafia, catedrático de Cambridge y descendiente de sefarditas, es de entrada una garantía, puesto que sus antepasados fueron expulsados de Castilla en 1492, se instalaron en la lejana Galilea y vivieron en Esmirna y Livorno. Podríamos decir, por tanto, que el Mediterráneo corre por sus venas, y es quizá por esto que Abulafia publica «un libro que se concentra en aquellos que se mojaron los pies en sus aguas y, mejor aún, en quienes viajaron a través de ellas».

En esta obra apasionante, Abulafia se remonta a los antiguos fenicios, egipcios y griegos, con un alto en la mítica Troya, cuyo auge relaciona con la importancia que el descubrimiento del bronce tuvo para la navegación entre esta ciudad y las islas Cícladas, donde se encontraba el cobre indispensable, junto con el estaño, para fabricar bronce. La cultura de las Cícladas, la civilización minoica, la explosión volcánica de la isla de Santorini, el ensimismamiento de los egipcios con el Nilo y la pujanza de Micenas ayudan a configurar un mundo antiguo en el que la navegación se perfecciona para fomentar el comercio y para conquistar otros territorios.

El comercio, con los fenicios como pioneros, fue decisivo para la navegación del Mediterráneo y puso en contacto a ambos extremos del gran mar. Abulafia da mucha importancia en esta época a Cartago, así como en tiempos posteriores a ciudades como Corinto, Alejandría, Amalfi, Génova, Venecia o Dubrovnik, al tráfico de metales y al olivo y la viña, básicos en la civilización mediterránea.

La colonia griega de Empúries asoma en el libro, por supuesto, así como las guerras entre romanos y cartagineses, pero Abulafia parece tener especial interés por los piratas que hostigaron a los mercaderes o por los grandes viajeros, como Benjamín de Tudela o Ibn Yubair. A partir de 1095, las cruzadas se convierten en básicas para el Mediterráneo y los mercaderes venecianos dejan su huella en el gran mar. Abulafia se detiene también en la potencia marítima que fue Catalunya en el siglo XIII, con episodios como la conquista de Mallorca. El auge de Valencia y el Consolat del Mar, de 1494, son otros hitos de este mar que, a partir del descubrimiento de América, experimentó un gran cambio debido a la apertura de nuevas rutas comerciales.

Anécdotas cotidianas

Es en las anécdotas relativas a los distintos tipos de barcos, a los productos con los que se comerciaba y a las peripecias de la navegación donde Abulafia resulta más interesante. Los cereales de Cartago, el tráfico de garum, cereales y vino y la importancia de los metales son decisivas en esta compleja historia  «La dieta de los marineros a bordo de las galeras catalanas -escribe- era monótona y consistía en una torta de pan llamada bizcocho, carne salada, queso, alubias, aceite y vino, además de garbanzos y habas». Al escribir que para los napolitanos «el vino era gratis y fluía a raudales», anota Abulafia: «¿Explicará esto su pésimo rendimiento en combate?».

La peste negra del siglo XIV da paso a un Mediterráneo distinto en el que el asedio de Malta (1565) y la batalla de Lepanto (1571) ilustran la belicosa disputa entre turcos y occidentales, ente los dos mundos que se disputaban el Mare Nostrum. Las guerras del XIX y del XX quedan también consignadas en esta ambiciosa historia que termina con la más reciente de las invasiones, la turística. «El turismo de masas arrancó, al principio, en el Mediterráneo, y ahora atrae a 230 millones de visitantes cada año», escribe Abulafia, antes de recordar la ignominia de las pateras y concluir que «el mundo se ha convertido en un gran Mediterráneo».