La 'rauxa' de Ibsen

Los clásicos son clásicos porque, pura redundancia, su mensaje va más allá del tiempo en que fueron escritos. En algunos casos, su vigencia llega a ser superior incluso a la de su época. Algo parecido le ocurrió a Oriol Tarrasón conUn enemigo del pueblo(1882), de Henrik Ibsen. Actor y director, Tarrasón es el responsable habitual de los montajes de Les Antonietes, la compañía fundada en el 2007 por las actrices Annabel Castan y Maria Ibars y que ha ampliado su lista de cómplices con intérpretes como Bernat Quintana y Pep Ambrós.

«Ibsen no solo era un autor avanzado a su época; también a la nuestra. Decía cosas que aún hoy generan conflicto»,dice el director de Stockmann, que estrena hoy la Sala Muntaner. Ya desde el título se comprueba que se trata de una versión libre del drama, recortada (una hora y cuarto), y centrada en el médico que genera el conflicto deUn enemigo del pueblo. El doctor Stockmann denuncia las aguas contaminadas de un balneario que es la fuente económica de su pueblo y recibe la incomprensión de sus vecinos por ir contra sus intereses. «Nos hemos centrado en el conflicto moral de privación de la libertad, del derecho a la palabra y de la búsqueda de la verdad. Es una obra que requiere mucho compromiso; así lo hablamos en los ensayos»,dice Tarrasón.

El trabajo dramatúrgico de esta versión libre incluye la reducción a seis personajes, una manera de contar la historia«como si fuera hoy»y un trabajo con el lenguaje para quitar a las palabras«el peso de ciento y pico años». «Tampoco hay sombreros de copa ni levitas, ni una ambientación en una época concreta», añade el director.

Bernat Quintana es Stockmann, Annabel Castan dobla como la mujer y la suegra del protagonista, Pep Ambrós es el alcalde (y hermano del doctor), Mireia Illamola es una periodista y Arnau Puig, el presidente de los empresarios.

Un Stockmann joven

Quintana, recién salido del triunfalCyranode Oriol Broggi, tiene una respuesta convincente a la pregunta de si no es un actor demasiado joven para el papel que hizo, por ejemplo, Francesc Orella en un montaje del Centro Dramático Nacional.«Los personajes no tienen edad; lo que importa es su discurso. Cuando trabajas el texto ves que además es muy pasional».

Esa pasión lleva a decir a Tarrasón que es una obra muy «arrauxada» con unos monólogos que le provocan una gran«conmoción». «No la conocía ni como lector ni como espectador. Vi el libro en casa de mis padres, lo leí y me atrapó», explica. El siguiente paso fue convencer a sus cómplices.«Cuando les hablé a mis compañeros de montar la obra y vi su cara de incredulidad pensé que era una buena idea», sentencia Tarrasón.