UNA CONMOVEDORA OBRA LITERARIA

La vida de Pablo

El periodista y escritor Sergio del Molino recuerda a su hijo, fallecido por leucemia, en 'La hora violeta'

Sergio del Molino, en un bar de Barcelona.

Sergio del Molino, en un bar de Barcelona.

ELENA HEVIA / Barcelona

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Vaya por delante que la materia prima de La hora violeta (Mondadori) puede provocar dolor, pero no porque su autor, el joven periodista y escritor Sergio del Molino, que aunque nació en Madrid hoy reside en Zaragoza, no dedique todo su esfuerzo literario a ponerle diques al sentimiento. No, no quiere ser cursi ni melodramático, eso le repugna. Del Molino es un tipo alegre al que le pasó algo terrible, lo peor. La muerte de un hijo. Al pequeño Pablo le venció la leucemia a punto de cumplir 2 años.

El escritor empezó esta memoria literaria que adopta la forma de una novela en un café de Berlín poco después de la muerte del crío, tras haber consultado las notas que garabateó durante la enfermedad. Es un intento de «encapsular» el dolor. A cualquier periodista la tarea de hablar y preguntar sobre tanta tristeza le podría parecer excesiva, pero Del Molino ayuda. Él mismo supo hacerlo como reportero frente a unos padres que también perdieron a su hijo en los atentados del 11-M y ofrece incluso claves para abordarla: «Forma parte de mi vida, no es ningún tabú».

¿Por qué escribir sobre esto? Del Molino, a quien no le guía el sentimiento religioso, no cree en las cualidades terapéuticas de la acción. «La escritura no puede aliviar ni a mí ni a los demás. Pero sí puede acompañar». A él concretamente le ha hecho compañía la lectura de Mortal y rosa, un clásico de la literatura del duelo, un libro tan frágil como este que Francisco Umbral elaboró en pleno delirio tras la muerte de su hijo Pincho. «Este es un intento de asimilar el dolor, de hacer que ese dolor siga conmigo, no para entenderlo, sino más bien para dominarlo».

El libro describe también el día a día. De cómo Sergio y Cris, la madre del niño, plantaron cara a la enfermedad: interpretación de los designios médicos -el libro incluye también una defensa de la sanidad pública que no escatimó gastos con Pablo-, paseos por Barcelona donde al niño se le practicó un trasplante de médula que no funcionó, horas de insomnio, de esperanza, de derrumbe, pero también hay en él mucha música -Ryan Adams, Leño o Johnny Cash- y el ingrediente que lo hace más especial: mucha alegría y ligereza. «Hay humor en el libro porque también había humor en mi vida entonces. Tengo la teoría de que el ser humano no puede aguantar una angustia extrema más allá de tres días. Al cuarto o colapsas y mueres o te vuelves loco. La vida, como la literatura, necesita válvulas de escape», cuenta.

«Nuestra vida de entonces -agrega- era mucho más normal de lo que aparentaba. Cuando a Pablo le daban el alta y podía regresar a casa tenía un aspecto de enfermo muy marcado. Nosotros jugábamos con él con naturalidad en el parque, pero su madre y yo éramos conscientes de que aunque nos riéramos y Pablo riera también, la gente nos miraba extrañada porque era evidente que algo no iba bien. El humor me lo exigía mi hijo en aquel momento».

DEDICADO AL NUEVO HERMANO / El libro está dedicado a Daniel del Molino, el niño que llegó tras la muerte de su hermano, con el deseo que Pablo «no se convierta en un fantasma» para él. «Daniel nació un par de meses después de que acabara el libro. Quise terminarlo antes. Una de las utilidades de este libro es que forme parte de su relato cuando sea mayor, que le ayude a entender cuáles son los sentimientos que forman parte de su historia».

Aviso a navegantes, esto no es un manual de autoayuda. «Si alguien busca eso se habrá equivocado. No intento consolar a nadie, ni siquiera a mí mismo. Este libro tiene toda la inutilidad de la literatura y ese, precisamente, es su valor».