UNA MEMORIA ALEJADA DEL REVANCHISMO
Días felices con Godard
Como en las viejas novelas románticas, la historia que Anne Wiazemsky cuenta en Un año ajetreado (Anagrama) acaba en boda: la suya con el realizador francés Jean-Luc Godard. En el año que relata, 1967, cuando ella tenía 19 años, se respira la atmósfera de aquel inminente Mayo del 68.
La Anne Wiazemsky de hoy, 66 años, convertida en una escritora respetada, poco tiene que ver con aquella mujer-niña a la moda que sedujo al director de À bout de souffle cuando él estaba de regreso de su tormentosa relación con la bella Anna Karina, musa de su cine hasta ese momento, y a un paso de ser el cineasta underground de la teórica maoísta.
Ella, Wiazemsky, era la nieta del Nobel François Mauriac, gloria viva de las letras francesas y, contraviniendo las reglas de su católica y formal familia, había protagonizado la película Al azar, Baltasar del veterano Robert Bresson y había mantenido con él una relación intensa, aunque no erótica, tal y como contó en su libro La joven.
Matrimonio conflictivo
En este otro, Wiazemsky pormenoriza su noviazgo con el vanidoso director de gafas ahumadas sin la inquina que en un principio se le debería suponer, dado lo conflictivo de su matrimonio (sí, este también lo fue), que acabó formalmente en 1979. Pero en 1967 lo malo todavía no había llegado. La autora reconstruye la voz de aquella jovencita que fue, en presente, sin rencores y mostrando el deslumbramiento de los primeros descubrimientos: «Quería hacer un libro alegre, no me interesaba la ruptura. Quería dejar constancia de aquellos días felices y, sobre todo, no juzgarlos con la mirada de hoy».
El Godard que aparece aquí, pese a la contención de Wiazemsky, que no juega al cotilleo, muestra también sus contradicciones. Es capaz de conducir un Alfa Romeo mientras rueda en su propio apartamento y en su cama, La chinoise, su película maoísta. «Godard era un personaje muy complejo, igual que Truffaut, gran amigo suyo, y que en principio parecía una persona mucho más sencilla». La escritora vivió la primera disputa de ambos cuando Godard quiso boicotear el festival de Aviñón y no logró el apoyo de Truffaut. La ruptura definitiva se produjo con La noche americana. «Godard le mandó a Truffaut una carta estúpida de una violencia inaudita. ¡Además le reprochaba que se hubiera liado con Jacqueline Bisset!».
Le cuesta reconocer a la autora que su tendencia a establecer relaciones con hombres mayores -Godard le llevaba 17 años-es un reflejo del peso que su imponente abuelo tuvo en su vida. «Yo no veía a Godard tan mayor, pero sí, es posible que eso fuese así».
De lo sucedido después de aquella respetable boda burguesa, Wiazemsky prefiere callar. De momento. «Siento que todavía me quedan cosas por decir pero me molesta la idea de ponerme a escribirlas».Y mientras tanto, su ex, a sus 82 años, desde su refugio en Suiza, no ha hecho el menor comentario sobre Un año ajetreado. Muy probablemente, ni siquiera lo ha leído.
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