CRÓNICA
Javier Álvarez, el canto de la libertad
El cantautor revivió sus clásicos y mostró su heterodoxia en Barnasants
Javier Álvarez nos dejó claro hace años que disfrutar de una carrera convencional no es su sueño dorado, y volvimos a comprobarlo el sábado en Luz de Gas, donde ofreció un grandes éxitos que comenzó con maneras canónicas para terminar entre ritmos electrónicos y espuma eurovisiva. Así es el cantautor madrileño (o bailautor, según se etiquetó a propósito de sus coreografías en la recta final del recital): un librepensador que poco tiene que ver con el cantautor estrella de sus primeros tiempos, hace casi 20 años.
Abrió la sesión de Barnasants uno de los ideólogos del colectivo Cantautar, Alejandro Martínez; menos sabiniano que la mayoría de sus colegas y adscrito al melodrama con complicidades sociales. Recorrió buena parte de su nuevo disco, Orgullo, el cuarto, que alterna registros pop con sensibles y estimables baladas al piano, en particular Solo sabes hablar y Y no lo eras. Aludió a la actualidad griega en la dramática Dimitris, inspirada en el jubilado que se suicidó en abril del 2012 delante del Parlamento de Atenas, y culminó su actuación dando paso a Álvarez, con quien se alió en una de las mejores composiciones de la primera etapa del madrileño, De aquí a la eternidad.
Ya en solitario, apoyándose en una guitarra acústica, este siguió con otras partituras juveniles, Sunset Boulevard, con sus citas cinéfilas a Norman Desmond, y No te acuerdas. A los 43 años, conserva su voz melodiosa en livianas condiciones, y sus interpretaciones de Lover, lover, lover, Huí y La edad del porvenir (que abría su primer disco) fueron precisas y emotivas, aunque se echara en falta a su cómplice de siempre, Nieves Arilla.
DISCO QUE NO EXISTE / Álvarez tiene un nuevo disco, A, que no piensa grabar, pero se ofreció a tocárselo a quien le abriera las puertas de su domicilio. «Si su casa tiene luz natural, me invita una tarde y toco gratis», prometió. Ese material ajeno al comercio no sonó en Luz de Gas, donde optó por otras estrategias, como cargarse el guión del buen cantautor con ritmos pregrabados en Ni na no y Tirititrán (esta, de su primer epé con Las Maris, dúo paralelo con Arilla). Cantó en esmerado catalán Una imat-
ge y estiró la sesión con Así, así («gana el Madrid»), la censurada Padre y su versión de la legionaria El novio de la muerte, a dúo con Martínez. Desde luego, no hay nadie como él.
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