Las interioridades de un referente de la novela gráfica premiado con un Pulitzer

La trastienda de 'Maus'

Art Spiegelman penetra en 'MetaMaus' en las entrañas de su cómic sobre el Holocausto

Spiegelman, abajo en 1982, se autorretrata (arriba) con la máscara de un ratón, tal como dibuja a los judíos en 'Maus'. A la derecha, él mismo cuenta cómo el libro se ha 'apoderado' de él. Abajo, viñetas con las que explica las dudas sobre si su padr

Spiegelman, abajo en 1982, se autorretrata (arriba) con la máscara de un ratón, tal como dibuja a los judíos en 'Maus'. A la derecha, él mismo cuenta cómo el libro se ha 'apoderado' de él. Abajo, viñetas con las que explica las dudas sobre si su padr

ANNA ABELLA
BARCELONA

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En 1987, cuando 'Maus' aún se publicaba por entregas en la revista 'Raw',  un periodista le soltó a Art Spiegelman: «¿No le parece de mal gusto hacer un tebeo sobre Auschwitz?». «No, creo que Auschwitz era de mal gusto», le cortó el dibujante, que cinco años después, gracias a ese 'tebeo', lograría que por primera vez un Pulitzer recayera en un cómic. Un cómic, en el que invirtió 13 años, que marcó un hito en la historia del medio al contar en viñetas la experiencia de sus padres en el Holocausto y dibujar a los judíos como ratones y a los nazis como gatos, y que, para no quedar como un «listillo» ni «pecar de sentimental», él osa definir así: «era un texto sobre mi... mi lucha, 'mein Kampf'».

Anécdotas, reflexiones e interioridades del autor y su obra como estas son las que por fin llegan a España en el singular y espectacular 'MetaMaus' (Reservoir Books), indefinible y miscelánea trastienda de 'Maus', con DVD, donde caben desde el álbum familiar, vídeos y comentarios de la mujer y sus dos hijos, dibujos, esbozos y material documental e inédito, hasta imprescindibles transcripciones y archivos de audio de las conversaciones que el autor mantuvo con su padre, Vladek, entre 1972 y 1982, año en que murió. En ellas, este rememora, detalle a detalle, su propia historia y la de su familia judía, sobre todo su paso por Auschwitz, donde le tatuaron el número 175113. Allí, sabedores de lo que significaban las cámaras de gas y los hornos crematorios, afirma, «estábamos seguros de que iban a... a acabar con nosotros».

CÓMIC SERIO / Spiegelman va respondiendo en el libro a las preguntas de la académica Hillary Chute, a quien abrió sus archivos y diarios, partiendo de tres grandes  interrogantes -'¿Por qué el Holocausto?, ¿Por qué ratones? y ¿Por qué cómic?'- a los que se ha enfrentado tras «la acogida abrumadora» de 'Maus', para la que confiesa que «no estaba preparado». «En mi arrogancia, daba por hecho que mi obra se valoraría de forma póstuma». A punto estuvo, pues 'Maus' fue «rechazado por «todas las editoriales respetables» de Estados Unidos, hasta que una amiga lo hizo llegar al director de Pantheon. Tras el éxito, y sabiendo que su libro «demostró que el cómic podía ser una forma artística seria», Spiegelman pasó 20 años intentando librarse de su «propio logro» mientras trabajaba para 'The New Yorker' y hacía tebeos infantiles.

«El tema de 'Maus' es la recuperación de la memoria y, en última instancia, su creación. 'Maus' no es solo la historia de un hijo que tiene problemas con su padre y no es solo la historia de lo que vivió el padre. Trata de un dibujante que intenta imaginar lo que vio su padre», explica Spiegelman, que cuenta que sus padres nunca hablaban del Holocausto. «De niño recuerdo a mis amigos preguntándole a mi madre por el número que tenía en el brazo y que ella les contestaba que era un teléfono que no quería olvidar», revela.

No fue hasta el juicio a Eichmann, en 1961, cuando comprendió cuán «devastador» había sido ido para su familia. Un escalofriante árbol genealógico de los Spiegelman revela cómo de los 68 miembros que vivían antes de la guerra, en 1945 solo quedaron 13. El autor se crió en Estados Unidos, pero nació en 1948 en Estocolmo, después de que, tras sobrevivir, Vladek y su esposa, Anja (que se suicidó en 1968), emigraran a Suecia.

Spiegelman empezó a devorar información sobre el tema (en los 70 acumuló cientos de libros); viajó a Auschwitz, Dachau y Birkenau para reproducir con exactitud los hornos que ordenaron a su padre desmantelar o los lavabos en los que este se escondió para evitar una 'selektion'; vio fotos y documentales como 'Noche y Niebla' o 'Shoah', de Claude Lanzmann; estudió dibujos de presos como el polaco Mieczyslaw Koscielniak, que de día retrataba SS y, de noche, la vida de los presos, o del joven Alfred Kantor, que dibujaba «para mantener la cordura».

Ante la metáfora de dibujar gatos y ratones, Spiegelman recuerda que los nazis llamaban a los judíos «ratas» y «alimañas de la humanidad», algo que le dejó claro que «la deshumanización era crucial para el proyecto de aniquilación». En 'Maus' «los ratones permitían el distanciamiento con los horrores descritos» a la vez que «ayudaban a adentrarse más» en el tema.

Como dijo Umberto Eco, «cuando dos de los ratones hablan de amor, te conmueve; cuando sufren, lloras», y cuando uno acaba 'Maus', se siente triste por haber abandonado ese mundo mágico».