Carlos Álvarez Barítono. Protagoniza 'Don Giovanni' en Peralada

«La cultura es parte del bienestar de la ciudadanía»

El barítono malagueño Carlos Álvarez, ayer, en Barcelona.

El barítono malagueño Carlos Álvarez, ayer, en Barcelona.

CÉSAR LÓPEZ ROSELL
PERALADA

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El barítono malagueño Carlos Álvarez protagoniza, el viernes y el domingo en Peralada, su esperado retorno operístico a Catalunya después del parón que sufrió por una afección vocal. Interpretará a Don Giovanni, uno de los grandes roles de su carrera internacional. El cantante actuará a las órdenes del director Roland Schwab y a las de Guillermo García Calvo, que estará al frente de la orquesta de la Deutsche Oper de Berlín, compañía que debuta con esta innovadora producción en nuestro país.

-¿Cómo afronta esta versión?

-Interpretar a Don Giovanni es siempre un ejercicio de equilibrio entre incorporarlo y no dejarte llevar por lo que el propio Mozart te insinúa constantemente: Juan es el amo y no hay límites. Este es el sentido de la propuesta de Schwab.

-¿Está de acuerdo con la idea de que abarcar el amplio espectro de Don Giovanni es imposible y que hay que abordarlo desde nuevas miradas?

-Este es un personaje muy poliédrico y cada vez que lo incorporas descubres nuevas caras. Es importante el consenso con los responsables del montaje, pero al final, manda el regista.

-Schwab propone un personaje alejado del erotismo corporal e intenta reflejar un cosmos más basado en lo mental.

-Pienso que él apuesta por una exaltación del poder omnímodo de un Don Giovanni sin redención, menos flexible en su comportamiento y con un determinismo social muy potente. Es una lectura interesante.

-¿Cree que habrá buena química con el reparto?

-Con Patrizia Ciofi (Doña Anna) he tenido el placer de trabajar en Rigoletto y fue una magnífica experiencia y espero encontrar un estupendo alter ego con el Leporello de Robert Gleadow.

-¿Qué estrategia usó para mantener la moral alta durante su recuperación? ¿Le ayudaron sus estudios de medicina?

-Acepté el hecho, basado en el conocimiento fisiohistológico previo, de que tal vez fuera difícil regresar y esa actitud me ayudó, junto a un gran tesón en la recuperación, a soportar la presión para afrontar el desafío. En esos meses recuperé la calidad de vida y encontré espacios para reflexionar sobre mi trabajo. Todo ello fue un goce añadido.

-¿Ahora se siente cómodo?

-Es un privilegio hacer este trabajo, pero no podría subir al escenario solo por responsabilidad y respeto sino estuviera convencido de que estoy preparado para ello. Siendo así disfruto mucho.

-¿Qué personajes de su carrera recuerda con más cariño?

-Evidentemente el Don Carlo de Salzburgo en el 98. Me colocó en una situación ventajosa en el reconocimiento como barítono verdiano. Con Rigoletto, que me ha dado muchos éxitos, viví la experiencia de rechazar una oferta de Muti para hacerlo en La Scala porque no me sentía preparado y luego coincidí con el maestro en Viena con un gran Don Giovanni. También recuerdo que mi debut con Otelo coincidió con una huelga de la orquesta en el Teatro de la Maestranza. Lo canté con el pianista Luciano Catanzolo asumiendo el papel de la orquesta en el foso.

-La crisis obliga a apretarse el cinturón. ¿Qué hay que hacer para mantener la ópera?

-Administrar bien los presupuestos y conseguir que la gestión artística sea profesional. Solo de esta manera, y con la ayuda de una ley de mecenazgo, podrá dibujarse un futuro para nuestra actividad, que debe estar basada en el uso predominante de las voces.

 -¿Por qué la cultura paga siempre los platos rotos?

-Tal vez porque no hemos sabido inculcar la idea de que lo cultural es parte del bienestar de toda la ciudadanía. Tener que remontarse siempre al Génesis para explicar sus bondades es una ardua tarea que hay que hacer siempre que hay cambio político.