Entrevista

«Me gusta hacer ruido, el escándalo me divierte»

Charlotte Gainsbourg, en una imagen promocional reciente.

Charlotte Gainsbourg, en una imagen promocional reciente.

JUAN MANUEL FREIRE
BARCELONA

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Charlotte Gainsbourg (Londres, 1971) ha logrado desembarazarse de la sombra de su genial padre, Serge Gainsbourg, para ser reconocida no solo como actriz, sino también como artista pop. Esta noche, en su debut en Barcelona, la protagonista de Anticristo y Melancolía presenta en Razzmatazz 2 (22.30 horas) el disco de canciones inéditas y tomas en directo Stage whisper.

-En esta nueva gira está acompañada por el neozelandés Connan Mockasin. ¿Un alma gemela?

-¡Puede que sí! Grabé una canción con él (Out of touch) para mi último disco y a partir de ahí nuestra relación creció de forma natural. Tocó conmigo en algunas teles, en algunos conciertos especiales… Y al final quisimos hacer esta gira juntos. Es una delicia contar con él.

-En estos directos, ¿adaptan el material antiguo al sonido cósmico de Mockasin?

-Todo suena a Mockasin (risas). Lo ideal era hacer un directo de sonido cohesivo, y me he dejado llevar por él. Pero con gusto, claro. Su sonido es especial. Las canciones suenan muy eléctricas, aunque a la vez resultan íntimas. Connan sabe manejar esa paradoja.

-Connan debe de estar abrumado. El disco Forever dolphin love y, en particular, el tema It's choade my dear parecían muy influidos por la música de su padre Serge.

-Yo no encontré ningún lazo con la música de mi padre. Pero me gustaba lo que Connan hacía y la conexión sucedió. En mi opinión, es mejor no pensar demasiado sobre las cosas y dejarse llevar por sensaciones y vibraciones. Raramente te equivocas cuando confías en lo abstracto.

-Giras, rodajes, familia. ¿Cómo lo hace para combinar todo eso?

-Es difícil hacerlo porque las tres cosas requieren mucho tiempo. Es difícil planificar sin que alguna de ellas sufra. Intento planear las cosas con mucha antelación para no sacrificar películas o actuaciones que me interesen. Y no descuidar a la familia.

-¿Se la lleva de gira?

-Me llevo a mi pequeño. Los otros dos ya son grandes y no pueden perderse las clases.

-Algunos recordamos con apego su película Amoureuse, de 1991. ¿Fue allí donde conoció a su marido, Yvan Attal?

-No, fue en 1990 durante el rodaje de Aux yeux du monde… El director de Amoureuse era mi padrastro, Jacques Doillon. Me dijo si quería hacer una película y que el protagonista masculino sería Yvan Attal. Él no sabía que estábamos juntos. ¡Yo acepté el papel solo por estar con Yvan!

-En una entrevista reciente con el diario The Guardian aseguró lo siguiente: «Si estoy bien en una escena es un milagro». Déjeme decirle que es muy injusta consigo misma.

-Gracias, aunque es algo que creo de verdad. Todavía no sé muy bien dónde voy a la hora de actuar.

-Ahora está rodando una nueva película con Lars von Trier, The nymphomaniac. Es su tercera colaboración tras Anticristo y Melancolía. No todas las actrices se mueren por repetir con él... 

-Creo que eso no es verdad. Es solo una leyenda. La gente tiene miedo a Von Trier, pero en realidad es un hombre muy dulce. Y tiene un grupo de actores que le sigue allí donde va.

-¿Qué puede contarnos sobre The nymphomaniac?

-Que da mucho miedo (risas). Es… Es tan extrema. Lars ha querido indagar muy profundamente en mi intimidad. Es bastante increíble.

-¿Su trabajo con Von Trier la está volviendo adicta a los papeles, digamos, peligrosos?

-Él me lleva a sitios oscuros a los que yo no iría por mi propia cuenta en mi vida cotidiana. Y si accedo a visitar esos lugares, es porque él me lleva de la mano. Confío en él. No me haría ninguna gracia ir sola a esos lugares. Pero compartirlo con Lars… Es difícil de explicar. Es un gran acompañante.

-¿Diría que ha heredado de su padre el gusto por el riesgo? Incluso por la provocación.

-Cuando fuimos a Cannes con Anticristo, lo confieso, me sentía orgullosa de estar haciendo un poco de ruido. Fue divertido. El escándalo me divierte. Quizá sea algo que he heredado de mi padre.