La clasificación más esperada de la alta cocina

El Celler retiene la plata

El restaurante de los Roca vuelve a ser segundo en la lista de los 100 mejores del mundo

Joan Roca, con corbata junto a la única mujer, Elena Arzak, durante la foto de familia de los galardonados, ayer en Londres.

Joan Roca, con corbata junto a la única mujer, Elena Arzak, durante la foto de familia de los galardonados, ayer en Londres.

PAU ARENÓS

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Habrá que esperar otro año, un año más. Los hermanos Roca son pacientes: lo determina el apellido. En el 2010 y el 2011, el premio al mejor restaurante del mundo fue para un nórdico, Noma. Este 2012, también: un hito que los analistas no se explican pues la casa de René Redzepi en Copenhague está en barbecho creativo. Sin el prefijo nor parece que no haya nada que hacer, y eso que El Celler de Can Roca está en el norte de Girona. Reafirmaron anoche la segunda plaza. Pero se sigue al campeón para batirlo.

Tras cuatro años de implacable gobierno bulliniano (2006-2009), la vara de mando se escurre de las manos catalanas. No pasa nada. El Celler es el mejor restaurante del mundo: ya lo entenderán los 800 votantes del inventario, algunos de los cuales compartían asiento anoche en el Guildhall de Londres, un edificio de estilo medieval donde se premia a la vanguardia.

Joan Roca era, cómo no, un hombre dichoso, y sereno: «Es fantástico estar ahí, dos de los nuestros entre los tres primeros. Sería bonito alcanzar algún día el número uno». Su hermano Josep, en un viaje exprés, llegó resollando a la consagración para compartir la felicidad.

LA SOMBRA DE EL BULLI / De nuevo, y en el 10º aniversario, la lista de la revista británica Restaurant, The 50 Best Restaurants, es bondadosa con la cocina española y lanza un mensaje ecuménico: technoemotional power, poder tecnoemocional. Algún año se fundirán los plomos: mientras haya chispa hay que apoyarla. Entre los 10 primeros, un catalán y dos vascos, el 30%: Roca (segundo), Mugaritz (tercero) y Arzak (octavo). No es aciago; al contrario, una noticia bomba. La segunda constatación es que la sombra de El Bulli es larga y tupida: 7 de los 10 maestros en el top trasladan alguna molécula bulliniana en el riego sanguíneo. Ferran Adrià se fregaba los ojos: «Esto demuestra que El Bulli no ha cerrado».

Tras los nervios del día, con llamadas tóxicas que mentían o desmentían, los cocineros se aflojaron con la noche, tras el veredicto. Andoni Luis Aduriz, el maestro tranquilo de Mugaritz, mantuvo el temple: «Un lujo, un privilegio tener arriba de todo restaurantes tecnoemocionales. El mismo estilo, compromiso e ilusión». Juan Mari y Elena Arzak, ya con el superpremio en el bolsillo de mejor cocinera del año, repartían gratitud: «Para nosotros es una doble celebración. ¡E inesperada! Seguir tan altos...». El miedo a bajar se deshizo como un sidral en agua.

Al trío habitual se unía, novato en la lidia londinense, Quique Dacosta, que era el que más gozaba. Se sabía ganador desde que recibió la invitación en Dènia para asistir a la gala. Se impulsaba como un muelle del 51º al 40º lugar. En broma saltaba: «Soy el único español que ha subido. Lo que más deseo es que pronto haya uno de los nuestros arriba del todo». Uno de los nuestros. Sí, uno de los nuestros, afecto y compromiso.

MÁRKETING REFINADO / Hace 10 años, cuando Restaurant comenzó a erigirse como notario de la cocina planetaria, los gurmets se lo tomaron a chufla. Desde entonces han refinado el márketing y el compromiso con los electores, involucrando a críticos y cocineros de cinco continentes. La fiesta londinense anual es la más aplastante celebración del Planeta Cocina, un burbujeo de champán y aristochefs. Había tantos barones y condes de la buena vida que si hubieran medido el colesterol habrían prohibido el sarao.