UNA ESPLENDOROSA celebración DE la lectura

Sant Jordi con buen humor

ERNEST ALÓS

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Por un día, el buen humor se impuso a la depresión colectiva. Sant Jordi puede incluso, aunque sea por un día, con el desánimo por la crisis. La necesidad de encontrar vibraciones positivas triunfó por triplicado: en el ambiente ciudadano, en la lectura y en el comercio. Las nubes se rompieron, las calles se llenaron, especialmente por la tarde, y las librerías acabaron el día abarrotadas de lectores con libros y rosas bajo el brazo. En los dos libros más vendidos manda el humor: L'avi de 100 anys que es va escapar per la finestra, de Jonas Jonasson, en catalán, y El enredo de la bolsa y la vida, de Eduardo Mendoza, en castellano. Y los libreros coincidían a última hora en que sus objetivos se habían cumplido: las cifras de ventas han sido superiores a las del año anterior, rompiendo la inmisericorde tendencia a la baja de los últimos meses.

El año pasado, el Gremi de Llibreters se pilló los dedos. En la noche del 23 de abril sostuvo que, a pesar de caer en Sábado de Gloria, se habían repetido las ventas del 2010, unos 20 millones de euros. Ese mismo día, todos los libreros consultados lo negaban rotundamente. Y poco después vino la confirmación: se había bajado un 20%.

MEJOR, SEGURO / Este año, curiosamente, el Gremi fue prudente y prefirió esperar a que, en los próximos dos días, se contabilicen adecuadamente las ventas: la mayoría de las puestos de las calles no tienen informatizadas sus cajas, por ejemplo, y las ventas tendrán que ser registradas manualmente a partir de hoy. «Tenemos la sensación de que el ritmo de venta ha ido razonablemente bien si tenemos en cuenta que nos encontramos en un contexto de recesión general del consumo y en uno de los momentos más álgidos de la crisis», apuntaba el presidente del Gremi de Llibreters, Antoni Daura, que apuntaba que quizá incluso se podría igualar o superar la facturación del año pasado.

Pero resulta que, en esta ocasión, todos los libreros y distribuidores consultados confirman que el movimiento en las librería ha sido claramente superior al último año, aunque sea sin recuperar todo lo que se retrocedió entonces, porque pese a la fiesta, la realidad es la que es.

¿Cuáles serán las cifras? Con muchísima precaución, unos hablaban de una subida del 5%. Otros del 8%. Veremos en los próximos días. Las escenas de la última hora de la tarde, eso sí, eran para tirar cohetes: problemas incluso para entrar por la puerta en las librerías del centro de Barcelona, como La Central o Laie en horas tan tardías como las ocho pasadas. «Es que Sant Jordi es una tradición, y las tradiciones se cumplen», celebraba Conxa Gubern, de Laie. «Es una grandísima noticia», confirmaba al saber hasta qué punto se había animado la tarde el responsable de la distribuidora de libros en catalán Un per un, Pep Amargant.

Porque el ritmo del día fue desigual. La mañana empezó floja. El terror empezó a cundir entre los libreros, que necesitaban como agua de mayo un buen Sant Jordi para resarcirse del desastre de los últimos meses (según quién hable, entre el 20% y el 50% menos de libros vendidos que tres años antes). Pero la mañana se fue aguantando y la invasión llegó por la tarde, a la salida de los colegios y los lugares de trabajo, hasta el punto de que la concentración de ciudadanos en el centro de Barcelona hizo que las redes de telefonía móvil empezasen a dar boqueadas.

UNA TARDE ESPECTACULAR / Esta oleada vespertina, por supuesto, no llegó el año pasado, festivo. Pero para algunos observadores suspicaces fue superior a lo normal. «Quizá sea incluso producto de la crisis. A lo mejor la gente se lo piensa más a la hora de escaparse un momento del trabajo para comprar el libro y la rosa, o va tan apretado que no tiene tiempo de hacerlo, y espera a la tarde», especulaba Daniel Fernández, editor de Edhasa.

Otro efecto de la crisis: el mercado de las rosas. El precio de referencia de los vendedores irregulares, para indignación de los floristas, fue ya desde primera hora de la mañana de tres euros. Y bajando durante el día.

Y aún dos efectos más achacables a la situación económica: uno, la prudencia de los editores a la hora de imprimir, para evitar quedarse con pilas de libros de retorno, que hizo que alguno se agotase ya a primera hora. El más afectado, Rafael Nadal y su Quan érem feliços.

Y el otro, por supuesto, el cariz de los libros más vendidos de la jornada. No solo la necesidad de evasión o consuelo (el Viatge a l'optimisme de Punset o El arte de no amargarse la vida de Rafael Santandreu) imprime carácter en las listas. En juvenil, arrasó la fantasía distópica Los juegos del hambre. En no ficción destacaron el negrísimo augurio sobre la crisis económica de Santiago Niño Becerra y la llamada a reaccionar contra los mercados de Arcadi Oliveres en Diguem prou!

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