Novela

Tom Sharpe recupera de nuevo a su desafortunado Wilt (12-1-2011)

Tom Sharpe, en su casa de Llafranc, sentado frente a su máquina de escribir con un puro en la mano.

Tom Sharpe, en su casa de Llafranc, sentado frente a su máquina de escribir con un puro en la mano.

ERNEST ALÓS
LLAFRANC

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Henry Wilt, el desgraciado profesor creado por el escritor británico Tom Sharpe que siempre acaba metido en un lío tremebundo, hizo famoso a su autor con tres novelas escritas entre 1976 y 1984. Veinte años después, Sharpe satisfizo la nostalgia de sus lectores con una cuarta entrega,Wilt no se aclara. Y vuelve a hacerlo de nuevo conLa herencia de Wilt(Anagrama / Columna). Los ingredientes: el ansia de la mujer de Wilt por codearse con la alta sociedad, las salvajadas de sus cuatrillizas, un aristócrata obsesionado por las señoras orondas, un hijo que solo aspira a disparar a algo (a afganos, a vecinos o a jabalís, le es igual)... Puro Wilt, una vez más.

Desde su retiro de Llafranc, un amabilísimo Tom Sharpe se presta a hablar largo y tendido, fumando un habano tremendo a sus 82 años. ¿Es este el último Wilt? «No, no lo creo -responde-. Probablemente habrá otro. Otro Wilt, o alguna otra cosa que sea divertida. Es mi único don, y la razón por la que escribo». Su ejemplo, el longevo P. G. Wodehouse, a quien admira «profundamente».

La referencia viene como anillo al dedo. Porque el nuevo Wilt se lee con un aire de nostalgia más que de sorpresa, como se leería hoy a un Wodehouse o, en su género, a una Agatha Christie. Más una broma sobre una Inglaterra que ya no existe que una crítica del Reino Unido del siglo XXI. Aunque siga sin perdonar -«ya es pasado, pero lo odio»- a Tony Blair. Sharpe asiente. Las gamberradas de sus cuatrillizas parecen más bien una versión perversa de los Cinco de Enid Blyton, o una multiplicación por cuatro de Guillermo el Travieso, que las de unas adolescentes conflictivas de hoy en día. «Sí, me gustaban los libros de Guillermo. Y las cuatro hermanas son fantasía. Porque lo que sucede en la realidad es mucho peor. Hay asesinatos horrorosos, violadores de niños de tres años. Es asqueroso».

Más. Las mujeres que rodean a Wilt siguen siendo arpías y obsesas sexuales y el matrimonio, una condena para el hombre. ¿Nunca le han llamado machista? «No, no. Es cierto que ellas son dominantes, siempre están diciendo qué tienes que hacer, discutes con ellas... Pero mi mujer, por ejemplo, es maravillosa, extremadamente inteligente». Eso sí, bucea en su pasado buscando una explicación. «De chico no sabía nada de las mujeres, y después ya me fui a los Royal Marines...»

En las presentaciones de sus dos últimos libros, Sharpe desconcertó a sus interlocutores hablando menos de sus obras que de sus numerosos achaques («ahora estoy mucho mejor», aclara, aunque ha pasado meses recuperándose de un resbalón), de cómo estuvo «a punto de morir» debido a la incompetencia del servicio público de salud británico (en particular de un médico cuyo nombre, Schlecker, aún pronuncia haciendo restallar cada una de sus consonantes) y de cómo fue salvado por la eficiencia y el trato humano recibido de los médicos del Servei Català de la Salut («que sinceramente, es muy bueno»), como su inseparable doctora Montserrat Verdaguer, que lo acompaña durante la entrevista.

MEMORIAS / Ahora, en cambio, la conversación deriva más bien hacia su pasado. «He tenido una vida muy interesante... He intentado escribir mi autobiografía, Llevo escritas unas 30.000 palabras, pero esto no es nada, porque mi vida es demasiado larga. Y empiezo a estar cansado de escribir sobre mí mismo. Creo que no seguiré», confiesa. Verdaguer, en cambio, le insiste. «Tiene historias muy divertidas», presiona la doctora de Palafrugell.

En su casa vive rodeado de fotografías en blanco y negro de los asentamientos de barracas para negros en la Suráfrica delapartheid,que pudo salvar cuando fue deportado («para el ministro de Justicia, bastaba con decir que era comunista, que no lo era»). Policías deteniendo africanos («nazis», murmura), montañas de basura... «Esta -explica- es una niña que parece que está llevándose algo de comida a la boca. Pero no es comida, es una canica. Estaba tan hambrienta que la chupaba para matar la sensación de hambre, la devolvía al plato y la volvía a coger»

Convirtió su experiencia con elapartheid surafricano en sus primeros libros,Reunión tumultuosayExhibición impúdica. ¿Por qué eligió la comedia para explicar esa realidad de Suráfrica, y no un libro político? Ríe. «¡Porque en Inglaterra me casé por segunda vez y necesitaba dinero, claro! Y nunca he conseguido un solo penique con un libro serio»