TERROR

'La posesión de Emma Evans', el diablo en el cuerpo

El diablo en  el cuerpo La posesión de Emma Evans_MEDIA_1

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DESIRÉE DE FEZ

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En su segundo largometraje como director, Manuel Carballo (El último Justo) se amolda a un subgénero claro del cine de terror: las películas sobre posesiones. Hay excepciones, como La posesión (1981), de Andrzej Zulawski, uno de los filmes más extraños y perturbadores que ha dado el cine moderno, o Réquiem (El exorcismo de Micaela) (2006), acercamiento al tema en clave hiperrealista, sin conexiones con el fantástico, pero por lo general se trata de películas con unos lugares comunes muy claros. La posesión de Emma Evans no juega a la reinvención, ni altera de raíz los clichés que arrastra el subgénero desde el estreno El exorcista (1973) de William Friedkin, ni ofrece un enfoque nuevo. Carballo y el guionista David Muñoz adoptan con naturalidad los tópicos del género y, en su búsqueda de cierta sensación de credibilidad, diluyen las ideas de naturaleza fantástica y esquivan la estampida de efectos.

La posesión de Emma Evans no es, por tanto, una propuesta que derroche originalidad o inventiva; y se resiente de una descripción de personajes demasiado tópica y de algún que otro alarde efectista relacionado con la escandalosa rebeldía de la adolescente titular. Pero cae bien por la sencillez con la que sus responsables plantean y ejecutan el tema (un entorno realista, un microcosmos familiar y unos personajes comunes) y, en sintonía con esa simplicidad, por su apuesta por lo creíble en las secuencias fantásticas. El máximo acierto de La posesión de Emma Evans son las escenas de posesión despojadas de efectos digitales perceptibles y de maquillaje (véanse la secuencia de la levitación y las grabaciones domésticas).