reina latina del pop

Shakira inflama Montjuïc

Shakira, durante un momento de su concierto de anoche en el Palau Sant Jordi.

Shakira, durante un momento de su concierto de anoche en el Palau Sant Jordi.

JORDI BIANCIOTTO / Barcelona

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Para ser casi una ciudadana catalana (por ascendencia y residencia), Shakira Mubarak Ripoll no se prodiga demasiado por nuestros escenarios: cuatro actuaciones en 14 años. Quizá ese apetito contenido contribuya a hacer sus actuaciones en Barcelona un poco más explosivas. Anoche, cuatro años y medio después de su última visita al Palau Sant Jordi, la continencia shakiriana era alta, porque la sala de Montjuïc, llena hasta arriba (18.000 localidades), se volcó en un show que fundió espectáculo, sexualidad latente y un cóctel multicultural ligero con una actitud de marcada complicidad.

Esa suma de factores explica que en el público de Shakira mezclen hombres y mujeres; adultos, adolescentes y niños. La fórmula del éxito seguro. La estrella colombiana ha conseguido acotar una parcela propia basada en la accesibilidad, el exotismo y un estilo vocal de estridente singularidad. No es la altiva Beyoncé, ni la erógena Christina Aguilera. Anoche fue chica de calendario, pero también amiga de sus amigas (a las que enseñó a bailar la danza del vientre), diva discotequera, zíngara, bailaora flamenca y, claro, loba. Fusión de culturas con escenas de disparate. El pop también es eso.

CATALÁN FLUIDO / Una de las sorpresas de la noche fue el uso fluido que hizo Shakira de la lengua catalana, que utilizó durante la mayor parte del recital sin necesidad de leer chuletas. Tras abrirse paso entre el público en la primera canción de la noche, la intimista Pienso en ti, la cantante entró en materia con Why wait (con toques de violín oriental), Te dejo Madrid (culminada por la estrella con una docena de golpes de melena) y Si te vas, y pronto llegaron las exhibiciones de don de lenguas. «Bona nit, catalans!», saludó, y luego añadió: «Barcelona, aquesta nit sóc tota teva». Y por si había dudas, más tarde sentenció: «Jo també tinc sang catalana. Ripoll!», dijo aludiendo a su segundo apellido, heredado de su abuelo por vía materna.

Uno de los discos más presentes en el repertorio de la noche fue ¿Dónde están los ladrones? (1998), con muestras como Si te vas e Inevitable. Shakira nos informó que esta última es una de las favoritas de su obra y la compuso en Barranquilla «bajo un cielo estrellado». Pero el primer subidón de la noche llegó con Suerte, la versión en castellano de Whenever, wherever, que puso en pie al Sant Jordi y que se fundió sorprendentemente con unos compases de Unbelievable, éxito de principios de los años 90 del grupo británico dance-rock EMF.

Como es preceptivo en los macroconciertos desde hace años, en el de anoche hubo un set acústico. Se desarrolló en el escenario alternativo, circular, colocado en medio de la pista del Sant Jordi. Allí, envuelta de guitarras e instrumentos acústicos, Shakira se atrevió con Metallica: no con una de sus canciones thrash metal, sino con la balada Nothing else matters, que, casualmente, el pasado domingo la cantante soul Macy Gray también incluyó en su repertorio en Bikini. El momento unplugged se prolongó con Gitana, con unas licencias flamenco-zíngaras por que hace unos años ya apostó Madonna y que quizá fascinen a la audiencia de Helsinki pero resultan poco sorprendentes en Barcelona.

PIES DESCALZOS De vuelta al escenario principal, tras el paso del ecuador de la noche, más madera: La tortura, con su trama de reggaeton, Ciega, sordomuda, Underneath your clothes y el ritmo de trazo grueso de Gordita, con las voces enlatadas del grupo puertorriqueño Calle 13. Shakira fue alternando tops y golpes de cadera con concienzuda competitividad; corrió por el escenario con zapatos planos y descalza.

Sorprendió que reservara la mayoría de las canciones del nuevo disco, Sale el sol, para la recta final de la actuación: añadamos la canción que le da título y Loca, que precedieron a la canción de texto más disparatado de la noche, Loba, con sus aullidos y sus citas a «diosas licántropas», «lobos domesticados» y su «radar especial para localizar solteros».

El momento más dudoso llegó con Ojos así, que tuvo ese aire colorista de canción de Turquía en el Festival de Eurovisión; choque de electrónica y mil y una noches, percusiones que no son turcas sino bereberes, pero da igual, y gritos de trance dignos de un grupo gnawa del Sáhara sur.

Recuperada la compostura, y mientras en el Sant Jordi proliferaban cánticos inquietantes cual temible tam-tam (¡«Waka waka»!), Shakira reapareció con traje de noche para cantar la sentida Antes de las seis, preludio de la traca final: más reggaeton de luxe con Hips don't lie y el celebrado himno del Mundial de Suráfrica, Waka waka. Bogotá, Barcelona, Johanesburgo... Planeta Shakira.