Crónica
Rendido ante una novela apabullante
Albertí no salda el gran reto de 'Vida privada'
Hay retos titánicos que merecen el reconocimiento ya solo por la decisión de afrontarlos. Tan plausibles intenciones pueden, sin embargo, no verse correspondidas con resultados a igual altura. De alguna forma, eso sucede en el Lliure de Montjuïc con laVida privada de Xavier Albertí, una adaptación teatralmarca de la casade la monumental novela de Josep Maria de Sagarra.
El director descubre muy pronto sus cartas. En un inicio con el escenario a oscuras, la voz profunda de Pere Arquillué desgrana el primero de los monólogos con la escritura de Sagarra que trufarán la propuesta. Cuando se hace la luz, un amplio espacio escénico con un piano, una cama matrimonial y una escalera de época sirve para enmarcar la historia de los Lloberola, la familia burguesa abocada a la decadencia, económica y moral, en la Barcelona de inicios del siglo XX. Un entorno que veremos retratado en su alta sociedad y en sus bajos fondos.
EN TERCERA PERSONA / El texto de Sagarra es tan poderoso que un admirador confeso como Albertí no se ha resistido en su dramaturgia a fragmentarlo, al pie de la letra, en boca de su amplio equipo de actores. Y no todos consiguen hacerlo llegar con nitidez a la platea. Pero esa apuesta deriva en largos parlamentos en tercera persona en los que el juego teatral, escaso con frecuencia, no acompaña un peso narrativo tan apabullante. El único respiro llega con los números musicales. Si añadimos queVida privadasupera las dos horas y media de duración, el espectador se ve sometido a una prueba de esfuerzo y atención considerables. Puede que sea pedir mucho.
Quizá por ello en la segunda parte el espacio escénico se transforma, como casi no había ocurrido antes, para dotar de mayor dinamismo a la historia. Albertí introduce el uso del vídeo con unas imágenes de la época, cambia de ubicación al pianista y también mueve la escalera en una vistosa escena coral. Forma parte de uno de los números musicales de la década de los años 20 y 30, de ese aire cabaretero y arrevistado tan del gusto del director de Lloret de Mar. No en vano se ha convertido en un consumadoarqueólogo en permanente búsqueda de un patrimonio musical ignoto, centrado últimamente en el que echó raíces en los primeros años del centenario Paral·lel.
Son momentos en los que la obra también sube de tono, por ejemplo con un Oriol Genís como un caricaturesco Primo de Rivera ataviado con unos correajes de estilo sadomaso. Pero nunca se aleja la sensación de que una gran novela no halla su mejor adaptación escénica, pese al notable trabajo de intérpretes de probada solvencia como Pere Arquillué, Oriol Genís, Imma Colomer, Mont Plans y Àurea Márquez.
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