ANÁLISIS

Coherencia y sello propio

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TONI CASARES

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Lluïsa Cunillé se inició en el oficio de la escritura teatral de la mano del gran maestro de dramaturgosJosé Sanchis Sinisterra durante los primeros años de la Sala Beckett. Junto a otros jóvenes comoPere Peyró, Sergi Belbel, Ignasi Garcia, Mercè Sàrrias, Carles Batlle, Manel DuesoyBeth Escudé,entre otros, formaban un grupo generacional que, ahora ya puede decirse a ciencia cierta, dieron el pistoletazo de salida del importante renacimiento que ha vivido el teatro de texto en Catalunya.

Cuando, en noviembre de 1992, la obraRodeo,deLluïsa Cunillé,se estrenó en el Mercat de les Flors, la compañía El Teatro Fronterizo daba a conocer al público una autora que, en el futuro, y pese a su escasa presencia en las programaciones teatrales oficiales y comerciales, marcaría con sello propio una de las líneas evolutivas más interesantes de la nueva dramaturgia catalana.

El teatro deCunillé,en la estela de la dramaturgiabeckettianaypinteriana,se reconoce por la desconcertante intensidad dramática y poética de sus diálogos y sus situaciones, en los que el espectador se pregunta perplejo qué está pasando, más que qué pasará, y que es la misma perplejidad desde la cual los personajes viven su involuntario desencuentro con el mundo. Personajes (y, de paso, espectadores) con una sensación compartida de desajuste permanente, de haber caído al otro lado de una barrera que no sabemos muy bien qué separa, pero que seguro que nos aleja de la comodidad y del lugar común. Un teatro delquizá,de la incertidumbre, de la incapacidad, la perplejidad o la impotencia, pero también de la intuición inconformista de lo quetodavíavale la pena.

La Sala Beckett ha producido y programado sus obras (Por ejemplo,Barcelona, mapa d'ombres,a la que también se le dio un especial reconocimiento) como lo ha hecho el Lliure (Après moi, le dèluge, entre otras) y, con más o menos asiduidad, otros teatros de Barcelona. Y, ultimamente, Madrid (Cuarta Pared, Teatro Valle Inclán…) y ciudades europeas empiezan a interesarse por su teatro.

Cunilléha encontrado importantes complicidades que dan una coherencia estilística de calidad extrema a toda su trayectoria (la Cia Hongaresa de Teatre, conPaco Zarzoso, Lola Lópezy la propia autora al frente;Xavier Albertí, Lurdes Barba, Lina Lambert…), profesionales que la acompañan en la mayoría de sus propuestas. Con Zarzosohan escrito en más de una ocasión a cuatro manos. Y, finalmente, no menos importante desde el punto de vista de la evolución de nuestra dramaturgia, algunos de los jóvenes más interesantes del momento son en parte ya herederos deCunillelandia(Pau Miró, Josep Maria Miró…).

Bienvenidos sean, pues, los premios. Si bien el mejor paraLluïsa Cunillécontinúa siendo el estreno y representaciones de cualquiera de las obras que conforman su extensísima y original producción; y este reconocimiento, por desgracia, aún no le llega con suficiente regularidad. Es preciso, en mi opinión, que sus textos abandonen definitivamente el estigma injusto y simplificador de «teatro difícil» o «críptico» con el que a veces se han presentado y empiecen a circular con facilidad. El teatro contemporáneo se beneficiará, seguro.