FESTIVAL DE CINE DE TORONTO
Amor y jazz latino en cine animado
Trueba y Mariscal presentan el musical 'Chico y Rita', en el que han trabajado durante seis años
Cuenta Fernando Trueba que con el primer dinero que ganó le compró a su mujer un cuadro de Javier Mariscal. «Eso es mentira, lo utilizó para irse con mujeres», bromeaba el diseñador ayer en el festival de Toronto, donde ambos presentan estos días Chico y Rita, el musical de animación que han dirigido a medias a lo largo de los últimos seis años. Posiblemente ni lo uno ni lo otro. Tal vez lo primero que Trueba se compró fue un disco de jazz, latino a poder ser.
Lo sabe todo sobre esa música. Lo demostró en su documental Calle 54 y lo vuelve a demostrar en esta tierna y salvaje historia de amor entre un pianista y una cantante que, a lo largo de 60 años, viaja de las calientes noches de la Habana precastrista a la revolución be-bop de Nueva York al glamur de Las Vegas y a Hollywood y a París. «Aunque no está basada en ninguno en concreto, es una historia parecida a la que seguramente vivieron muchos de los músicos cubanos que viajaron a Nueva York en la época», recuerda el cineasta. «La historia del jazz la han escrito los blancos, y por eso solemos olvidarnos de cuánto se ha nutrido de los ritmos latinos».
A lo largo de Chico y Rita, la bella historia escrita por Trueba y las hipnóticas imágenes de Mariscal se funden al ritmo de viejas canciones reinterpretadas -como un cover del Love for sale de Cole Porter— y de nueva música concebida al estilo de aquella época. Más de 30 canciones suenan a lo largo del relato. «No queríamos que la película sonara como un greatest hits», explica Trueba, «así que pedimos a músicos actuales que interpretaran temas de Charlie Parker, o de Dizzie Gillespie o de Chano Pozo, pero como esos músicos lo hacían entonces». Por ejemplo, Bebo Valdés -a él está dedicada la película— interpreta las melodías que vemos a Chico tocar al piano, y una la interpreta a dúo con Estrella Morente.
Homenaje a aquella Cuba
Plagada de tantas referencias cinematográficas como musicales -a Casablanca, a Salvaje, a New York, New York, a Levando anclas--, Chico y Rita es, ante todo, un homenaje a la Cuba de los años 40 y 50, un país exultante en el que, recuerda Mariscal, «pasaba de todo. Los españolitos salíamos del pueblo y, cuando llegábamos allí, dejábamos de ir a misa y empezábamos a tener sexo como locos». Es un tributo, por cierto, lleno de sensualidad. «Pensamos en hacer una película porno, pero no nos habrían dejado estrenarla».
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