Una retrospectiva rinde homenaje a Vázquez, el creador de la familia Cebolleta, a los 15 años de su muerte

Si en estos días de crisis usted se acerca al Salón del Cómic, sepa que existe una entrada para visitantes, una para prensa y ...¡una para acreedores! Es muy bajita y, en estos tiempos de crisis, perfecta para cualquier moroso pues si un acreedor la abre se estrellará contra un muro de piedra. La encontrarán, cómo no, en la exposiciónBy Vázquez, que rinde homenaje, a los 15 años de su muerte, al creador de personajes tan emblemáticos de la historieta española como Las hermanas Gilda (silueta), Anacleto, agente secreto, y su álter ego, El tío Vázquez, eterno deudor. Tanto, que su colega Francisco Ibáñez le inmortalizó en el moroso inquilino del ático de su13, Rue del Percebe.

Entre los trabajos originales expuestos en la retrospectiva de la estrella de lafactoría Bruguera, aparece el propio Manuel Vázquez (Madrid, 1930 - Barcelona, 1995), pero ojo, lo hace reencarnado en el actor Santiago Segura en varios fotogramas delbiopicEl gran Vázquez, de próximo estreno. El protagonista deTorrentese ha puesto bajo las órdenes de Óscar Aibar, antiguo guionista de cómics y director deAtolladero, quien mañana, a las 12.30, presentará la película en el salón junto a Manuel Vázquez Jr.

Mientras, sus herederos de papel acumulan nostalgia en las viñetas de la muestra. Por sus paredes se pasea Angelito (Gu-Gú, en la revistaBichos), aquel bebé de alma adulta capaz de generar el caos con maldades tales que hasta la censura franquista intervino. Por ello Vázquez tuvo que enviarle a vivir aventuras surrealistas en mundos fantásticos. También corretea por allí el ingenuo espía Anacleto, nacido enPulgarcitoen 1964, aún atribulado por su esquizofrénico jefe. Y todos los exponentes de su concepto de familia bañado en el esperpento: La familia Cebolleta –¿dónde está el respeto a las canas?–; La abuelita Paz –antítesis de la viejecita bondadosa–; Las Gilda –fraternidad en evidencia–, que el año pasado cumplieron 60 años y fueron recuperadas por Ediciones B–, y los gitanos de la Familia Churumbel.

En la muestra, Aibar, que conoció al Vázquez de los últimos años, cuando ambos trabajaban enMakoki, recuerda su chispa y desparpajo ante los «acreedores, caseros, sastres, exmujeres, editores o inspectores de Hacienda» con los que luchaba. Como dijo su hijo Manolo el año pasado a este diario, «nos dejó el humor y un montón de acreedores».