Jaime Cantizano: "Las carreras largas en la tele no se sustentan en una cara bonita"

Jaime Cantizano

Jaime Cantizano / BANDA MANAGEMENT

INÉS ÁLVAREZ / Barcelona

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Durante casi ocho años, Jaime Cantizano (Jerez de la Frontera, Cádiz, 1973) estuvo al frente del exitoso programa '¿Dónde estás, corazón?' (A-3). Pero todo llega a su fin, y tras un año y medio alejado de las cámaras, tiempo en el que aprovechó para volver a la radio, ha regresado a la pequeña pantalla, esta vez a TVE, donde presenta ¡Mira quién baila! (lunes, TVE-1, 22.30). Mientras, su programa de música en la Cadena Dial, Atrévete, reúne a un millón de fieles. Está en una etapa profesional en la que le apetece divertirse, y lo está logrando.

–En '¡Mira quién baila!' sustituye a Anne Igartiburu, que presentaba el concurso hasta ahora. Con usted, la elegancia ha quedado asegurada. ¿Aporta, además, más humor y picardía? 

–Hay etapas profesionales en las que uno muestra un perfil. En esta, con ¡Mira quién baila! y con Atrévete, uno saca su perfil real. Yo soy una persona bastante dinámica y con una ironía que se puede o no entender. Además, me gusta mucho ir a un ritmo trepidante y marcar un ritmo trepidante. Pero, claro, cada presentador deja su impronta en el formato. A mí nadie me ha pedido nada. Solo me dijeron que fuera yo mismo, y esto se percibe. Además, estoy en una etapa profesional en la que sobre todo me apetece jugar y divertirme. Y eso se nota en mi programa de radio y en el de TVE.

–¿Quiere eso decir que ha llegado a una madurez profesional? 

–Efectivamente. Pienso que llegarán muchas otras etapas, pero ahora estoy viviendo el momento en el que mejor me siento como profesional. Creo que se me ve relajado.

–¿No acusa el nivel de estrés que supone tanto directo? 

–Yo siempre prefiero los programas en directo; me encanta el directo, necesito el directo... Ahora vivo unos meses más complicados, pero siempre tenemos el fin de semana. Lo que pasa es que el martes me levanto a las cinco de la mañana para ir a la radio, cuando el lunes hemos acabado el de televisión a la una de la madrugada. Suerte que yo tengo la capacidad de dormir en el AVE, en el avión; de aprovechar aunque sea 20 minutos y casi dormir de pie. No obstante, yo soy un poco búho. Ahora mismo estoy en modo búho y eso me viene bien.

–En el vídeo promocional de '¡Mira quién baila!' queda claro que domina el tango. Sin embargo, dice que no se atreve con la salsa. 

–No, no me veo aún con ese ritmo. Y eso que uno de nuestros bailarines es subcampeón del mundo. Pero es que no se trata tanto de aprender como de tener el alma salsera. Y yo no la tengo. Debería rebuscar dentro de mí para encontrarla.

–Quizá con un cóctel tropical... 

–[Ríe] Igual un mojito ayuda, sí.

–¿Teme perder esa imagen elegante, tan perfecta? 

–Hombre, lo ideal es bailar cómodamente, pero una cosa no quita la otra. Además, todos tenemos, a no ser que seas una momia, momentos de relajo y de pasárselo bien.

–Sus allegados le verán en esos momentos desmadrados. 

–Todos los tenemos. Pero es muy divertido, porque mucha gente se queda con una idea de mí de perfección, cuando de las 24 horas del día, 20 son de informalidad. La perfección no existe ni me gusta. 

–¿Tiene un favorito entre los concursantes de ¡Mira quién baila!? 

–El presentador no puede hablar nunca de favoritos.

–Pero reconocerá que Fernando Albizu le ha sorprendido. 

–Albizu lanza un claro mensaje a toda esa gente que no está en perfecta forma física: la anima a vivir el baile y a demostrar que con un cuerpo de más de 100 kilos se pueden hacer grandes cosas.

–¿A usted su físico le ha ayudado a conseguir algunos trabajos? 

–Si la fachada no se sustenta en una buena estructura, de nada sirve. Y se viene abajo. En televisión, la imagen es importante, pero no se puede hacer durante siete años y medio un programa semanal de cuatro horas y media, en directo y sin pausas publicitarias, como fue ¿Dónde estás, corazón? (DEC), si no hay una base. Y en la tele, al final, lo que cuenta es comunicar y llegar a la gente. Hay ejemplos de gente muy bella que no ha conseguido conectar y que no traspasa la pantalla. El secreto es una base sólida.

–¿Y usted la tiene? 

–Quiero recordar que cuando estudiaba, con 18 años, de lunes a viernes hacía radio los fines de semana. Además, he colaborado con un periódico, he hecho informativos, entretenimiento... Con esto quiero decir que las carreras largas no se sustentan en una cara bonita.

–En el directo se tiene una gran responsabilidad. Me imagino que tienen una opción B por si falla. 

–En todos estos años –estamos hablando de 10 en televisión y 5 en radio–, solo he fallado una vez en un programa televisivo. Y fue porque me tuvieron que poner en el camerino dos goteros. Es que venía de un viaje solidario en Madagascar con una oenegé y me había traído un virus. Pero, aunque somos humanos, no suelo caer enfermo. Siempre debe haber un plan B, pero en todos estos años no lo he necesitado.

–Y eso que lleva un ritmo trepidante. ¿Le va la adrenalina? 

–Quienes me conocen dicen que me va la marcha, que me da vida. Segundos antes de que se ponga el piloto rojo, te sientes como si fueras otra persona. Como si uno creciera 40 o 50 centímetros, porque sube la adrenalina. Lo que pasa es que cuando acaba el programa, el nivel es tan alto que no se puede uno dormir hasta dos horas después.

–¿Qué hace, entonces? 

–Ahora me paseo por Barcelona.

–Al acabar el programa dice: «Nos pueden quitar casi todo, pero que nunca nos quiten lo bailao». 

–Es una filosofía fundamental en estos momentos que vivimos. Se trata de un mensaje muy positivo.

–¿Se lo aplica? 

–Siempre. Yo soy un tío muy positivo. No pienso que cualquier tiempo pasado fue mejor, pero de lo mejor del pasado hay que aprender y sentirse orgulloso. 

(Extracto de la entrevista publicada en el suplemento 'Teletodo', el 22 de marzo del 2014)