La visita a la instalación de Barcelona

Zoilo nunca cocina cerdo

Vista desde las habitaciones 8 Los internos, reunidos en el patio y tutelados por varios policías, en una imagen tomada ayer desde una habitación del centro de internamiento.

Vista desde las habitaciones 8 Los internos, reunidos en el patio y tutelados por varios policías, en una imagen tomada ayer desde una habitación del centro de internamiento.

TONI SUST
BARCELONA

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Sus detractores definen los centros de internamiento de extranjeros (CIE) como algo peor que una cárcel. Sobre todo, por su opacidad. Hasta ahora, en el CIE de la Zona Franca de Barcelona solo habían entrado oenegés el otoño pasado. Ayer lo hizo el secretario de Estado de Seguridad, Ignacio Ulloa, que asumía así el reto lanzado por su inmediato superior, el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, quien no pudo acudir. A primera vista, Ulloa parecía Manuel Fraga bañándose en Palomares: quería transmitir seguridad. Los invitados, cerca de 70 periodistas. Tantos, que se dividieron en grupos para pasear por la instalación.

Un policía sonriente en casi cada esquina, lo primero que enseñaron fue la sala de control y los locutorios en los que los internos se ven con sus abogados y en cuyas paredes alguien colgó fotos de Audrey Hepburn, Bob Marley, Elvis Presley y dos de niños besándose. De guía ejercieron varios, uno de ellos, el comisario Ramón Francisco Alguacil, responsable de la Brigada de Extranjería de Barcelona, que a la pregunta de dónde están las celdas replicó:«No son celdas, son habitaciones».Algún otro agente precisó:«Habitaciones de seguridad».

Alguacil fue enseñando el centro, las habitaciones-celdas todas abiertas, algunas no utilizadas, las que no tienen colchones. Las que tienen inquilinos están impolutas. Todas tienen literas y acogen a cuatro o seis internos. Ninguna tiene baño, aunque sí lavamanos. Llama la atención que casi todas las mesas estén llenas de productos de higiene corporal ordenados escrupulosamente. Como si alguien esperara visitas. En varias hay ropa tendida. Y en una, un tablero de parchís y un libro. A alguien le quedan ganas para leer la biografía que Donald Spoto publicó sobre la malograda Grace Kelly.

Cordón policial

El glamur desaparece en la parte del itinerario que pasa más cerca de lo que parecen presos pero solo son internos. La dirección, al parecer, decidió que pasaran la visita concentrados en el patio y aislados por un grupo no menor de policías. No pasó nada, pero se diría que los agentes esperaban para reducir a los internos si era menester. Estos se limitaron a proferir gritos y llamar la atención:«Nos tratan como a perros. No somos asesinos. Tenemos hijos»,proclamó uno de los jóvenes desde el patio.

Dentro la visita siguió y los grupos deambularon por todas partes cuando alguien empezó a avisar de que pronto empezaría la rueda de prensa del secretario de Estado, que debía poner fin a la jornada, para el probable descanso de los responsables del CIE.

Teléfono de atención

El servicio médico y la cocina merecen capítulo aparte. El primero, por los espacios muertos que deja. Hay médico de ocho de la mañana a diez de la noche los laborables y hasta las tres de la tarde los fines de semana. En caso de que pase algo por la noche, los policías tienen un teléfono de orientación médica al que llamar y exponer la situación del interno en cuestión. Si la atención telefónica no basta, se llama al SAMUR. Como en cualquier domicilio, subrayó después el secretario de Estado. De hecho, Ulloa advirtió de que lo que no tendría lógica es que la atención médica que reciben los foráneos que van a ser expulsados sea mejor que la que tienen los«nacionales».

Ayer había 129 internos en el CIE, explica Alguacil, que también relata que dos han tenido que salir del centro para recibir atención médica. La instalación, prosigue, está prevista para un total de 236. La próxima expulsión, sigue el comisario, está prevista para el día 3: serán repatriados unos 20 marroquís. De hecho, los africanos, con vuelos menos largos y por lo tanto más baratos, son candidatos con muchas más opciones para ser expulsados que los suramericanos. Cuando se le pregunta por los últimos conflictos, Alguacil dice que hay que matizar las cosas:«Cuando ellos dicen huelga de hambre quieren decir que no cogen la bandeja de la comida».

No será por su pinta. El cocinero, Zoilo, ha preparado una bandeja con la comida del día para que los informadores se hagan idea de lo que hay.«Nunca hago cerdo, nunca»,destaca como rasgo principal de su cocina, dada la presencia habitual de musulmanes. Hoy hay lentejas y escalopa de pollo, con aros de cebolla como guarnición. De postre, naranja. La comida no parece mala. Las habitaciones no parecen sucias. Pero el CIE parece una cárcel.

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