ENTREVISTA

Isabel y Eduardo: «Seis personas fuimos al hospital a darle un riñón»

Cuñados y operados en el Hospital del Mar: a ella le extrajeron un riñón que le colocaron a él.

«Seis personas fuimos al hospital a darle un riñón»_MEDIA_1

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CARME ESCALES

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Compartir, ese verbo que sin dos no existe y que el próximo lunes el sorteo del gordo de Navidad pondrá a prueba, demuestra en la historia de Isabel y Eduardo que no solo comprende el dinero y el amor. También la salud. Durante prácticamente toda su vida, Isabel San Nicolás (Barcelona, 1961) y Eduardo González (Barcelona, 1953) tuvieron en común la salud. Ninguno de ellos había ido a un médico. Desde el 8 de julio pasado siguen compartiendo salud, pero de otro modo. Eduardo, marido de la hermana de Isabel, lleva el riñón que esta cuñada le donó. Aún de baja, cuentan cómo lo han vivido.

-¿Qué les pasó a sus riñones, Eduardo?

-Eduardo: Se secaron. Un día del mes de febrero de este año me desperté con la sensación de que me ahogaba. Pensaba que tenía neumonía o un fuerte resfriado que me había afectado a los pulmones, y fuimos de urgencias al Hospital de Mollet [la localidad en la que viven la donante y el receptor].

-¿Cuál fue el diagnóstico?

-Eduardo: Enfermedad poliquística renal. Es una enfermedad silenciosa, de la que no te enteras hasta que los riñones se han secado del todo, y en ese momento dejan de funcionar y todo el líquido va inundando la parte superior del cuerpo. Por eso sentía ahogo. Y ese día en el hospital estuve ya en la uci y me hicieron la primera diálisis.

-¿Les hablaron ya de trasplante ese día?

-Isabel: Sí. Nos dijeron que Eduardo debería hacerse diálisis cuatro horas cada dos días hasta que se le pudiera practicar un trasplante. Pero nos dijeron que la lista de espera para recibir un riñón de una persona fallecida era de cuatro a cinco años.

-¿Cómo reaccionaron?

-Isabel: Bueno, nosotros enseguida pensamos en la opción de donarle alguien de la familia uno de los nuestros. Somos una familia en un puño. Empezando por mi hermana [la esposa de Eduardo], otra hermana nuestra, mi marido... Seis personas fuimos al hospital el día de las pruebas, a darle un riñón. Pero solo mi grupo sanguíneo, 0+, fue compatible para hacerlo.

-¿No tuvo miedo en ningún momento?

-Isabel: Nunca. Si algo sentí que se parezca al miedo, en algún momento, fue que el organismo de Eduardo rechazara el riñón. Pero, ¿por mí? Nada. El comité de ética del Hospital del Mar me asesoró y acompañó siempre, tuve que ir a la Ciutat de la Justícia a firmar el documento que certifica mi donación voluntaria y hasta el último momento estuve informada de mi libertad de echarme atrás por la mínima duda que tuviera. Pero jamás dudé, me movía el amor.

-El de Eduardo es el número 1.000 en los 35 años de historia de trasplantes de riñón en el Hospital del Mar y lo invitaron al acto de celebración. ¿Qué hizo en él?

-Eduardo: Tenía que hacer un pequeño discurso, pero no pude. Lloré todo el rato. La emoción me sobrepasó.

-¿Y qué emoción la invade a usted?

-Isabel: Yo me siento muy satisfecha por el cambio tan espectacular en él. Y eso que solo llevaba unos meses con la diálisis, pero estaba muy deteriorado. No dudaría en volverlo a hacer. Se vive perfectamente con un solo riñón, no cambia nada. Donaría incluso a una amistad. Soy donante desde los 18 años de todo, menos de pulmón. Hay mucha ignorancia sobre las donaciones.

-¿Y si ningún miembro de la familia hubiera sido compatible para la donación? ¿Tenían pensado qué habrían hecho?

-Isabel: ¡Y tanto! Sabíamos que existen las donaciones cruzadas. Cualquiera de nosotros podría haber donado a alguien, en Sevilla, en Bilbao, donde fuera, a cambio de recibir el riñón de alguien sí compatible pero con la misma situación de incompatibilidad con los suyos. Desde el centro de trasplantes hay una coordinación en cadena. Solo hace falta que la gente done.