La madre de todos

Elisabeth Eidenbenz creó una maternidad para acoger a los hijos de mujeres exiliadas en campos de refugiados republicanos en Francia. Assumpta Montellà ha recogido su historia en un libro

CON LOS NIÑOS. Elisabeth Eidenbenz, con algunos de los niños que ayudó a cuidar.

CON LOS NIÑOS. Elisabeth Eidenbenz, con algunos de los niños que ayudó a cuidar.

Mònica
TUDELA

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La historia está llena de héroes anónimos que llevan a cabo pequeñas grandes gestas para ayudar a los demás. Elisabeth Eidenbenz es una de esas personas. Esta mujer suiza puso en marcha en Elna, durante el exilio de la posguerra, una maternidad en la que nacieron y fueron acogidos 597 niños. Eran los hijos de exiliadas catalanas y españolas que malvivían en condiciones muy duras en los campos de refugiados republicanos de Rosselló, Argelers y Ribesaltes, en Francia. Eidenbenz dedicó parte de su vida a cuidar de ellos y les proporcionó lo más parecido a un hogar que podían tener en aquellos tiempos difíciles.

La historia de esta mujer increíble la ha ido recogiendo pacientemente Assumpta Montellà. «Le escribí una carta en francés a finales del 2003 y le pedí si me podía ayudar a recuperar su historia. Más tarde nos conocimos y empezamos a trabajar en reconstruir los hechos», explica  Montellà, historiadora nacida en Mataró. De este trabajo conjunto nació La maternitat d'Elna, libro  publicado en el 2005 y que  este año EL PERIÓDICO recupera y ofrece a sus lectores coincidiendo con la fiesta de Sant Jordi. «La casa que Elisabeth creó fue un faro en la oscuridad que reinaba en aquella época», añade.

Eidenbenz era la quinta de seis hermanos, hija de un pastor protestante de Zúrich. «Eso significaba que fue educada en la disciplina. Además estudió magisterio y no era enfermera, como algunas veces se ha dicho», cuenta. Pero, ¿cómo era Elisabeth Eidenbenz, la protagonista de esta historia? «Era una mujer con autoridad natural, de esas que la gente se paraba a escuchar. Era una persona que llevaba los valores a pie de calle. Muchos hablan de pacifismo, generosidad, solidaridad... Esto puede resultar muy teórico, pero ella lo llevaba a la práctica y daba grandes lecciones de vida», asegura Montellà. «Una de sus frases más repetidas era: 'Cuando me necesitan, siempre digo que sí'. Cuento esto y la veo de nuevo. Es increíble como vuelven las cosas, a veces», rememora.

Lista con los nombres

Cuando la autora del libro conoció a esta madre de tantos y tantos niños, tenía ya 90 años, pero conservaba una lucidez y una energía envidiables. «A esa edad aún decía que tenía trabajo por hacer y cosas que aprender. Era envidiable», explica. «Además, Elisabeth guardaba la lista con el nombre de todos los niños  a los que había visto nacer o que había acogido y su peso», añade. Coinciden los testimonios en decir que Eidenbenz creó lo más parecido a una familia en la maternidad de Elna, a la que madres y niños llegaban tras pasar por situaciones muy penosas.

El libro que Montellà ha escrito pretende rendir homenaje a la figura de esta mujer y, a la vez, recopilar todo el material disponible de aquel momento. Así, La maternitat d'Elna incluye cartas de madres y niños que pasaron por la casa de acogida y que han contado su experiencia, fotografías de la época y también un agradecimiento escrito por la misma Elisabeth. El prólogo corre a cargo del historiador Josep Maria Soler Sabater, con quien Montellà compartió inquietudes durante el trabajo.

«Cuando empecé a elaborar el libro tenía muchas dudas. Me apasionaba la historia de la mujer que puso en marcha esta maternidad para ayudar a los niños y a sus madres, pero lo veía más como un trabajo más antropológico que histórico. Al fin y al cabo, era la historia de una mujer que había ayudado a otras mujeres. Era una gran historia humana pero poco académica», confiesa Montellà. Pero las dudas se disiparon y el trabajo siguió adelante. Y con éxito.

«Me había obsesionado con contar esta historia. Quería dar voz a tanta y tanta gente silenciada desde hacía tiempo». Además del libro, la historia de Elisabeth se llevó también al teatro, a partir del trabajo de la historiadora.

Montellà explica que, de mayor, Eidenbenz era muy feliz. «Se reía mucho. Con 93 años, cuando mucha gente -incluso yo misma- estaría pensando en descansar, aún decía que tenía trabajo por hacer. Era realmente una mujer ejemplar», dice. «Conocerla me ha dado grandes lecciones y me ha cambiado la vida. A mí y a mi familia, que muchas veces me acompañó a visitarla. Gracias a esta mujer he aprendido a dar sin esperar nada a cambio. He ganado en generosidad. Creo que soy mejor persona», cuenta emocionada. Elisabeth Eidenbenz murió el 23 de mayo del 2011.