TESTIMONIOS

Los rostros del amianto: "Pintábamos rayuelas con trozos de uralita"

Tres víctimas del asbesto explican cómo les ha afectado vivir cerca de la fábrica del Vallès

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Beatriz Pérez

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La fábrica de Uralita SA de Cerdanyola del Vallès (Barcelona), que estuvo abierta desde 1910 a 1997, está considerada hoy en día el 'punto cero' del amianto en España. Sus empleados trabajaron, día tras día y durante décadas, sin ningún tipo de protección pese a que España sabía, desde 1940, que el amianto era dañino. 

Cerdanyola del Vallès es estos días el lugar donde se está celebrando el encuentro internacional de afectados por el amianto (o asbesto), un material de construcción que, según la OMS, causa la muerte de más de 100.000 personas al año. Cánceres de pulmón y pleura y asbestosis (un tipo de fibrosis pulmonar producida por el amianto) son las principales enfermedades graves que han contraído quienes trabajaron aquí. Pero no solo ellos estaban en peligro: también sus familiares y vecinos de la zona. La enfermedad del amianto tarda entre 20 y 30 años en desarrollarse.

A continuación, tres víctimas del amianto explican a EL PERIÓDICO sus testimonios, que reflejan la impunidad (y, también, el gran desconocimiento que, pese a todo, tenía la población) que ha habido siempre en torno a este material cancerígeno.

Maria Portí: "Los baches de las calles se tapaban con uralita"

Josep Maria Andrés murió a los 71 años a causa de un mesotelioma, un cáncer de pleura causado por el amianto. Sucedió en febrero del 2017. En los años 60, cuando tenía solo 15 años, trabajó nueve meses en la fábrica de Uralita de Cerdanyola. "Él inventariaba los motores eléctricos de la fábrica. Como no había protección, estaban todos tapados con polvo de amianto. A mi marido no le daban ninguna ropa especial: para poder ver el número del motor, soplaba y apartaba el polvo con las manos", relata su viuda, Maria Portí, vecina de Ripollet.

Además, el padre de Josep Maria era trabajador de Uralita SA. "En aquella época, quienes trabajaban ahí eran unos privilegiados. A diferencia de los payeses, tenían un sueldo fijo al mes", relata Portí. Pero ese trabajo traía consigo la exposición por convivencia de toda la familia: así fue como Josep Maria estuvo cerca del amianto gran parte de su vida. "Los que somos de Ripollet hemos visto toda nuestra vida cómo los niños jugaban con los desechos de las tuberías y cómo los baches de las calles se tapaban con uralita. Cuando pasaba un carro, había grandes explosiones de polvos de amianto".

Al marido de Maria Portí le diagnosticaron el cáncer a finales del 2015. "Luchamos 14 meses. El médico, cuando le hizo la biopsia, le preguntó si había trabajado con algo tóxico. Él no se acordaba, pero yo le dije: 'Sí, has trabajado en la Uralita'", recuerda Maria. Hoy, tanto ella como sus hijos se encuentran en pleno proceso judicial para lograr una indemnización y un recargo de prestaciones que incrementaría su pensión entre un 30% y un 50%.recargo de prestaciones

Julián del Amo: "Cogíamos el amianto a puñados con las manos"

De los 20 a los 26 años, Julián del Amo trabajó en la fábrica de Uralita de Cerdanyola. Ahora tiene 70 años y está enfermo a causa de aquella actividad laboral. "Yo trabajé en las tuberías y en el patio, con los camiones, de chófer en una grúa", relata Julián. "Me fatigo mucho al andar y el médico me recomienda que tenga mucho cuidado porque me resfrío con nada".

Hace solo siete años que en el Hospital Parc Taulí de Sabadell (Barcelona) le reconocieron sus dolencias: tiene asbestosis con una severa limitación pulmonar. Con la ayuda del Col·lectiu Ronda, logró ganar siete juicios y conseguir una indemnización. 

"Al principio, los médicos de las clínicas privas me decían que eso no tenía nada que ver con el amianto", cuenta. Resultó que no. Como Maria Portí, recuerda cómo en las calles de Cerdanyola "se cogía a puñados el amianto". "Lo metíamos en sacos con las manos. Luego se mezclaba con cemento y agua para hacer tubos y placas". Julián tiene reconocida una incapacidad permanente absoluta.

Maria Mercè Duran: "Nos tirábamos el amianto a la cara como si fuera nieve"

"Mi padre trabajó 30 años en la fábrica de Uralita y, aún encima, nuestra casa estaba al lado de la fábrica. Él murió por insuficiencia respiratoria en el hospital; mi madre y hermano, de cáncer. Otra hermana y yo tenemos asbestosis", explica Maria Mercè Duran, de 68 años y miembro de la Associació d'Afectats per Amiant de Cerdanyola i Ripollet. La lucha de esta entidad, asegura, ha conseguido que en el Taulí les hagan revisiones cada seis meses y que arreglaran el camino de Can Catà, antaño "lleno de amianto".

Maria Mercè recuerda cómo, durante su niñez, las vías de Cerdanyola eran de fango y el ayuntamiento pedía que "se echaran los desechos de la uralita en las calles". Calles que luego pisaban sus vecinos. "De niñas, cogíamos trozos de uralita y pintábamos en el suelo una rayuela para luego jugar. Cogíamos los polvos de amianto y nos los tirábamos a la cara, como si fuera nieve".

Esta mujer también relata cómo su madre extendía en el patio de la casa las sábanas y estas acababan repletas de polvo de amianto. Tras sacudirlas, volvía a hacer la cama con ellas. Actualmente, junto a otras familias, Maria Mercè lucha por conseguir una indemnización. 

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