Familias rotas en Senegal
JOSEP SAURÍ / THIAROYE-SUR-MER / ENVIAT ESPECIAL
Mame Arram Leye tiene 50 años y nueve hijos. De uno de ellos, Sinipathe, de 25 años, casado y padre de una niña de meses, no hay noticias desde que se marchó, en enero, en cayuco rumbo a Canarias.
La vida de Mame es una angustiosa espera. A veces el dolor le hace perder el sentido de la realidad y entonces sale a las calles de Thiaroye, un suburbio pesquero de la bahía de Dakar (Senegal), a preguntar a todo el mundo si alguien ha visto a su hijo."¿A dónde les llevan? ¿Hay algún campamento donde pueda estar?",pregunta a los periodistas españoles.
El suyo es solo uno de los incontables dramas que cada día se asoman a la sede del colectivo de mujeres de Thiaroye. Vidas rotas en busca de ayuda para subsistir --con los desaparecidos perdieron también su medio de vida-- y algo de consuelo.
Todo a una carta
Los emigrantes clandestinos se lo juegan todo a una carta. Los que logran llegar a España lucharán para ofrecer a su familia un futuro mejor, pero los que no lo consiguen dejan un terrible vacío. Los efectos de esta tragedia en las poblaciones costeras de Senegal"son como los de una guerra",dice el sociólogo de Dakar Malick Ndiaye.
Aunque el dolor no es algo que se pueda medir, pocas familias de Thiaroye habrán sufrido como los Niang. Son cuatro los hermanos que en febrero llamaron desde Nuadibú (Mauritania) para decir que se embarcaban hacia España. No se ha vuelto a saber de ellos. Pero contra toda evidencia, esta familia no pierde la esperanza.
La esperanza
Mame Abdoulaye, hermano de los ausentes, se apresura a corregir el pronunciamiento de la palabra tabú:"No, muertos no. Tenemos cuatro desaparecidos".Anta, de 24 años, es la esposa de uno de ellos, Talla. Con su hija Aminata en brazos, expresa la misma convicción:"Esto es muy duro, pero sigo pensando que algún día le volveré a ver".Y los más jóvenes de la familia, pese a todo, no abandonan la idea de marcharse."Si me ponen un cayuco delante, me subo",suelta el hermano menor, Ahmed, de 18 años, sin empleo.
Diaim Sambo sigue vivo, pero quizá preferiría no estarlo. Nadie lo sabe, porque nadie puede comunicarse con este chaval de 19 años. El 29 de marzo sufrió un ataque cardiaco cuando el cayuco que debía llevarle a Canarias acababa de hacerse a la mar. Cayó al agua y su tío El Hadji le salvó. El cayuco dio media vuelta, les dejó a ambos en la playa y reemprendió la travesía. Con éxito.
Pero para Diaim todo se acabó. No puede hablar, no puede moverse. Él era el principal sostén de una familia de unos 20 miembros. Quería sacarlos adelante y no solo no lo logró, sino que él mismo es ahora una pesada carga. Con su sueño se quebró también el de su tío."Ahora ya no puedo irme, soy yo quien mantiene la familia. Si pudiera, claro que me iría",dice El Hadji con amargura.
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