LA CRISIS MIGRATORIA

Barcelona, ciudad refugio

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zentauroepp44148883 migrants aboard the open arms aid boat of proactiva open ar180704181801 / OLMO CALVO

Carlos Márquez Daniel

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Al mismo tiempo que de vez en cuando acariciaba el micro con la mano derecha, Oscar Camps no dejaba de reprender sin filtro y con total crudeza la política de la Unión Europea en materia migratoria. El fundador de Proactiva Open Arms ha llegado este miércoles a Barcelona con el barco de rescate que la semana pasada sacó del Mediterráneo a 60 personas. Se convirtieron en los 60 del Open Arms, pero él ha insistido en que más de 300 han perdido la vida en el mar en estos días de travesía hasta Catalunya. Porque apenas había embarcaciones que fueran a por ellos. "En el mar no hay migrantes; hay navegantes o náufragos", ha resumido el socorrista.  

El barco tocaba puerto con 45 minutos de retraso en su misión número 46. "Esta nunca la olvidaremos", ha compartido Camps. Sobre las 11.15 horas ha atracado en la zona de cruceros, no muy lejos de un hercúleo navío que tapaba Montjuïc con sus centenares de camarotes y nombre de fantasía. Al poco rato, junto al navío naranja de la oenegé, ha pasado otro barco repleto de turistas. De bandera italiana, para más señas. Precisamente ese país, junto con Malta, no permitió al Open Arms dejar en sus pantalanes a esas personas arañadas del mar. Los rescatados han bajado a tierra en buenas condiciones, según ha detallado la Cruz Roja, que ha desplegado hasta 70 efectivos. Ninguno de ellos ha requerido hospitalización, así que todos han sido trasladados a los centros de acogida, en Esplugues (los hombres) y Manresa (las mujeres, niños y familias). En el puerto ha quedado el barco, con apenas 2.000 litros de combustible (requiere de unos 4.500 diarios) y las neveras con telarañas. Se reabastecerá y regresará pronto a lo suyo.

La ley del mar

En la rueda de prensa de la tarde, en la que Camps ha invitado a las autoridades a sumarse al acto -y no han perdido la oportunidad-, el 'alma mater' de los rescatadores ha agradecido la acogida, pero ha dejado también claro que en el fondo "no hay nada por lo que dar las gracias porque abrir los puertos es una obligación" en estas circunstancias. "Cuesta mucho entender lo que está pasando cuando estás en medio del mar. No hemos rescatado 60 personas, hemos dejado morir a 340. Y más que perderán la vida en los próximos días. Ahora no hay ningún barco en la zona. Malta no deja salir a los buques humanitarios que están en sus puertos e Italia no deja que entremos (el célebre Aquarius está atracado en Marsella). ¿Quién hace cumplir a los países que de forma arbitraria, como porteros de discoteca, deciden quién entra y quién no?".

Las 60 personas desembarcadas por el Open Arms dispondrán de un permiso humanitario de 30 días, 15 menos que los que el Gobierno cedió a los hombres, mujeres y niños que llegaron a Valencia a mediados de junio. En esta ocasión, Francia no se ha abierto a acogerles, como sí hizo en el caso del Aquarius, así que los rescatados por el navío de bandera española no podrían cruzar la frontera. Al menos de manera legal. Es de esperar que todos ellos, de 14 nacionalidades distintas, reclamen la tarjeta de refugiado, lo que les daría derecho a la acogida por parte del Estado si se acepta estudiar sus casos. Pero eso no será pan comido. Según señala Pascale Coissard, portavoz de la Comisión Catalana de Ayuda al Refugiado (CCAR), en España "hay más de mil personas esperando entrar en ese programa de atención". Tampoco es mucho más halagüeño el número de expedientes por resolver: un total de 42.000. Y luego están los rechazados (dos tercios), que de la noche a la mañana, aunque ya estén trabajando, se convierten en inmigrantes ilegales, y por ende, en aspirantes a ser devueltos al país del que huyeron.

¿Salvini? ¿Qué Salvini?

Camps ha evitado la confrontación directa con el ministro del Interior italiano, Matteo Salvini. "Le gustaría que nos acordáramos de él", ha dicho el fundador de Proactiva Open Arms. Pero no lo ha hecho. Ha sido hábil, sin embargo, apelando directamente al ministro de Transportes del país transalpino, Danilo Toninelli, responsable de la guardia costera, al que ha invitado a "desobedecer órdenes cuando se impone cumplir la ley del mar". Se refería a la obligación de acoger en el puerto más cercano posible a cualquier barco con problemas. 

En el terreno estrictamente político, la alcaldesa de Barcelona ha dado la bienvenida al Open Arms. "No queremos ser cómplices de la política de la muerte. Si este barco ha podido salvar tantas vidas con medios tan precarios, ¿qué no podría hacer la Unión Europea entera?". Para que esta llegada no sea flor de un día, Ada Colau ha reclamado que el dispositivo de acogida en la capital catalana sea "permanente", esto es, que esté siempre alerta y dispuesto a recibir y atender a cuántas embarcaciones de rescate gusten de atracar en el puerto catalán. Eso, sin embargo, es algo que trasciende al patio municipal y que deberán hablar tanto la Generalitat como el Gobierno. La edila de Barcelona en Comú también ha recordado que en los últimos 20 días han llegado a la ciudad unas 660 personas procedentes de la frontera sur. Son sobre todo hombres que intentaron alcanzar España vía marítima y que la Cruz Roja, desbordada en Andalucía, dispersa por todo el país. En cualquier caso, ahora sí: Barcelona es por fin ciudad refugio.