JORDI PUJOL

Saturno al revés

La justicia determinará si los hijos de Pujol cometieron delitos y pusieron durante los años de mandato del patriarca los cimientos de su lápida política y social. Pero está claro que en la pomada política siempre se supo que Pujol júnior movía los hilo

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TONI AIRA

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En aquellos maravillosos años que en los 80 y 90 del siglo pasado vivieron los partidos que ahora pasan sus horas más bajas, a Felipe González lo conocían los suyos como «Dios». Así lo supimos cuando se filtraron los audios de conversaciones telefónicas entre altos dirigentes socialistas. No consta que Jordi Pujol recibiera por aquel entonces tal trato distintivo de su entorno político más inmediato, pero por la vía de los hechos era reconocido por propios y por extraños como el todopoderoso líder de una CiU donde nadie consiguió hacerle sombra nunca. Y los que se acercaron a ello fueron implacablemente neutralizados por un Pujol que se ganó a pulso una fama: «Es como Saturno, que devora a sus hijos».  Pasadas las décadas, el ostracismo personal y político en que ha caído Pujol refleja que aquello pudo ser así pero que la leyenda se le giró y que, finalmente, los que han acabado por devorar su figura han sido precisamente sus hijos, los biológicos, no los políticos.

Miquel Roca, Josep Antoni Duran Lleida y otros se acercaron a eclipsarlo, pero Pujol siempre tenía a favor al uno contra el otro o al otro contra el uno, igual que después a Artur Mas y su equipo contra Duran. Pero antes de que llegara la operación relevo definitiva, cuando Pujol dejó claro en su última legislatura que él «se apartaba» (en su propia terminología, «s'enretirava»), los intentos de otros por apartarlo habían sido atajados sin misericordia. Y en aquellos congresos convulsos de principios de los 90, y antes y después, a cada amago de ataque, todos sabían que en la sombra movía hilos sin reparos «júnior». Jordi Pujol Ferrusola estaba ahí, ¡y de qué manera! Para el común de los mortales, para la inmensa mayoría de la opinión pública, el mayor de los hijos de Pujol no existía, pero en el partido y en la pomada política no había quien no lo supiera.

La alargada influencia de júnior, a quien los más sarcásticos y hostiles denominaban «el del l10%», se sabía. No se pronunciaba muy en voz alta, pero se sabía. Y cuando en algún movimiento de fichas y de dirigentes pasaba algo que se escapaba a lo que la lógica elemental habría aconsejado a vista de pájaro, la respuesta al preguntar acostumbraba a ser siempre la misma: «La familia». Y ya estaba. Ya se entendía. Se sabía al peso de quién (y quiénes) se refería el cauto e informado interlocutor.

Fueron muchos años de mucho poder acumulado, donde Jordi Pujol reinaba a placer en CiU, en la política catalana y por momentos hasta en la española. Y la identificación entre él y la institución de la presidencia de la Generalitat la hacían hasta sus más acérrimos detractores. «Fueron demasiados años de la familia Pujol en Palau», dice un compañero de partido ahora crítico con ciertos excesos que acostumbraban a describir los largos mandatos políticos y las mayorías absolutas. En el Palau de la Generalitat fueron muchos años en los que los empleados del lugar se referían con total naturalidad a Marta Ferrusola como «la señora» (de la casa, se entiende). Y con este contexto, la familia Pujol, como otros en Madrid que ya en su día recibieron su ración de juzgados y como otros que no lo harán nunca porque están por encima del bien y del mal, pudieron llegar a pensar que podían campar a sus anchas sin consecuencias.

La desmesura

Un juez determinará finalmente si los hijos de Jordi Pujol, en este contexto de dominio político absoluto del padre, pusieron durante años los cimientos de la lápida política y social de Jordi Pujol. Pero la opinión pública ya los ha sentenciado, con la ayuda inestimable del poder actual con letras mayúsculas, y hasta los que eran los mayores defensores de Pujol ahora se mecen entre el desconcierto y una gran decepción.

El tiempo y los jueces dirán si delinquieron y, de ser así, si lo que hicieron los hijos de Pujol, y muy especialmente júnior, fue o no desmesurado como el poder político que durante más de dos décadas ostentó un patriarca que parece que en su hogar no lo era tanto y que no consiguió dominar a quienes más le habría convenido atar corto. Porque de su legendaria y contrastada austeridad en el vestir o en el comer, algunos de sus vástagos parece que no heredaron ni aprendieron nada. Y de aquellos polvos, estos lodos.