PERFIL DE JUAN CARLOS MONEDERO
El intelectual fracasado
"Siento que soy un fracasado en la política". Lo admitía, premonitorio, Juan Carlos Monedero el pasado lunes para explicar que se siente más cómodo en el terreno del análisis intelectual que en las arenas movedizas de los partidos. Porque Monedero, verso suelto de Podemos, siempre ha preferido las lisonjas de ser considerado un erudito, como reconocen con una mezcla de comprensión y 'puñalería' los que hasta ayer eran sus compañeros de partido y, algunos --que no todos-- posiblemente continuarán siendo sus amigos. El que ha sido número tres de Podemos es un ser poliédrico, que es incapaz de hacer una sola comparecencia sin cita; adorna sus opiniones con reflexiones de Gramsci, Maquiavelo y Laclau, se va de cañas con Carmen Lomana y grita exabruptos al ministro de Hacienda en los mítines. Monedero, a decir verdad, no cabe en las etiquetas. El público le adora o le detesta, como si una personalidad tan explosiva no admitiese escalas de grises.
En el cóctel de su temperamento se sacude la provocación con el dolor que, dicen sus conocidos, le causan las críticas. "A Pablo [Iglesias] le resbala cualquier ataque; en cambio, a Juan Carlos, tan fuerte como parece, le destruyen". La opinión es de alguien muy cercano a Monedero y pone de relieve que el carácter de poli malo que exhibe es una armadura con más flancos abiertos de lo que puede parecer.
El exdirigente de Podemos es profesor de Ciencias Políticas en la Universidad Complutense de Madrid desde 1992 y sus primeros alumnos todavía recuerdan cómo se colaba en sus fiestas de disfraces, la capacidad seductora que despliega con las mujeres y su tono doctrinal. A partir del año 2000 simultaneó su trabajo de profesor universitario con asesorías políticas a quien lideraba IU, Gaspar Llamazares, y al entonces presidente venezolano, Hugo Chávez, relación que le valió duras críticas de sus detractores. Al principio fueron acusaciones de cariz ideológico, pero el ingreso de 425.000 euros de origen incierto a través una sociedad a su nombre llevó al lodazal a la marca Podemos, que no recuperó su anterior reputación, en parte porque Monedero nunca mostró el documento clave en el enredo: el contrato con el Gobierno de Venezuela.
A pesar de sus reticencias personales a ocupar ningún cargo público, el escándalo de su trabajo de asesoría truncó cualquier intento de presentarlo a la alcaldía de Madrid, a la presidencia de la comunidad y a la secretaría general del partido en la región, como le habría pedido inicialmente Iglesias.
Irreverente, provocador y locuaz, el cofundador de Podemos se mostró casi siempre incapaz de guardar silencio en una dualidad de absurdos que ha acabado por arrasarlo, puesto que aunque se ha quejado constantemente de estar sometido a la cacería de la prensa, no ha dejado de regalar titulares en cada una de sus intervenciones. Sus compañeros le perdonaron los excesos verbales en los buenos tiempos de Podemos. El lunes por la noche admitió que no sabía qué hacía en política porque que está "llena de basura". Sonó a aviso a navegantes y sonó a dimisión.
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