El PSOE cruza los dedos y se encomienda a los indecisos

Sánchez saludo a los simpatizantes al final de un mitin en Zaragoza, ayer.

Sánchez saludo a los simpatizantes al final de un mitin en Zaragoza, ayer. / periodico

JUAN RUIZ SIERRA / MADRID

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Pedro Sánchez comenzó ayer su mitin en Zaragoza con una “declaración de intenciones”. Ante algunas informaciones que hablaban de que el PP había empezado a considerar poco probable alcanzar la mayoría con Ciudadanos y contemplaba un acuerdo con el PSOE siempre que el candidato socialista dimitiera, Sánchez dijo a los cerca de 2.000 asistentes: “Vamos a responderle a Mariano Rajoy: ¿Queremos un pacto del PP con el PSOE?”

“¡No!”, contestó el público.

“¡Más alto, a ver si se entera!”, pidió el aspirante a la Moncloa.

“¡No!”, insistió el auditorio con más fuerza.

“Lo que queremos, señor Rajoy, es echarle el 20 de diciembre”, concluyó Sánchez, que ha tomado las riendas del PSOE en uno de sus momentos más difíciles: aún lastrado por las decisiones de José Luis Rodríguez Zapatero y amenazado por dos partidos, Ciudadanos y Podemos, que apelan a los votantes tradicionalmente socialistas en el centro y la izquierda. A un día de los comicios más abiertos de la historia reciente, el PSOE cruza los dedos. La dirección sigue diciendo que pueden ser primeros, pero en realidad sus tesis más optimistas pasan por quedarse cerca del PP (“todo está muy abierto”, aseguran) e intentar formar gobierno si Rajoy fracasa en su investidura.

Para obtener un resultado de este tipo Sánchez necesitaría a la enorme bolsa de indecisos. En noviembre, según el CIS, el 25,8% de los votantes sopesaba apoyar al PSOE. Durante el último mes, en el que ha llevado a cabo 183 actos, recorrido 38.210 kilómetros y concedido una media de tres entrevistas diarias, Sánchez ha trasladado a todos ellos un mensaje muy sencillo: solo los socialistas pueden desalojar a Rajoy de la Moncloa; por tanto, votar otras siglas supone ayudar a la reelección del actual presidente.

DE LA DEFENSA AL ATAQUE

Sánchez se vio obligado en el primer tramo de campaña a estar a la defensiva, teniendo que responder sin pausa a los malos augurios demoscópicos. Hasta que llegó el cara a cara con Rajoy del pasado lunes. El líder socialista ya había participado en dos debates anteriores (uno con los candidatos de Ciudadanos y Podemos, Albert Rivera y Pablo Iglesias, y otro con los líderes de los partidos emergentes y la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría), pero en esas citas se comportó de forma poco arriesgada. Fue a empatar. En su enfrentamiento con Rajoy, sin embargo, echó el resto contra los casos de corrupción asociados al PP.

“El presidente del Gobierno tiene que ser decente y usted no lo es” y “yo no soy como usted; soy un político limpio”, fueron algunas de las frases que el líder socialista lanzó al presidente. Su contundencia rompió el debate, pero los socialistas señalan que esa agresividad les sirvió para tomar impulso, subrayar que son la única alternativa, colocar el foco en los escándalos de los conservadores y mostrar que Sánchez, como señala un líder autonómico, “va en serio”.

Otra cosa es que pueda continuar al frente del PSOE si el resultado es malo: lejos del PP y muy cerca, incluso por detrás, de Podemos o Ciudadanos. Él insiste en que quiere continuar, que se merece una segunda oportunidad, como tuvieron Felipe GonzálezJosé María Aznar y Mariano Rajoy. Puede que no le dejen. Ya hay dirigentes del partido pensando en el día después.